Ay de mí…

¿Cuál es la razón de esta página? Aprovechar todo el amor que Cristo derramó en su Pasión.

¡Claro! ¿Cómo dejar que esa Sangre Redentora haya caído a la tierra en vano y se seque en el suelo erosionado de muchos corazones? ¿Cómo no hacer todo lo posible para que la Pasión sea efectiva en las almas?

Porque si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, pues es un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no evangelizara!

1 Cor 9,16

«Ay de mí»… porque sería una gran falta de amor a Nuestro Señor que -pudiendo- no lo anunciemos y una falta de amor al prójimo el no comunicarlo.

Que sea efectiva su Pasión en nosotros, que seamos de esos «pro multis» por quienes Cristo derramó su Sangre Preciosa.

El contenido de esta página es fruto de aquello que ordinariamente hacemos los sacerdotes: predicar homilías, estudiar temas de filosofía y teología para aprender o enseñar, leer artículos con mirada crítica e ingeniárnosla para llegar a las almas a través de otros medios, especialmente la Santa Misa, la oración, amor a la Cruz y un gran amor a Nuestra Señora de la Evangelización.

P. Rodrigo Fernández, IVE (Perú)

«Afirma Malaquías: De la boca del sacerdote se espera instrucción, en sus labios se busca enseñanza, porque es mensajero del Señor. Y también dice el Señor por boca de Isaías: Grita a voz en cuello, sin cejar, alza la voz como una trompeta.

Quienquiera pues que se llega al sacerdocio recibe el oficio de pregonero, para ir dando voces antes de la venida del riguroso juez que ya se acerca. Pero, si el sacerdote no predica, ¿por ventura no será semejante a un pregonero mudo? Por esta razón el Espíritu Santo quiso asentarse, ya desde el principio, en forma de lenguas sobre los pastores; así daba a entender que de inmediato hacía predicadores de sí mismo a aquellos sobre los cuales había descendido.»

De la Regla Pastoral de San Gregorio Magno