Tres líneas de acción para afrontar los escándalos en la iglesia

Benedicto XVI, escribió en 2019 un ensayo acerca del abuso sexual en la Iglesia. Allí explica cuáles son las raíces de la crisis, los efectos que ha tenido en el sacerdocio, y cómo debemos responder.

En la tercera parte, Benedicto propuso tres líneas de acción para hacer frente a los escándalos. Se pueden resumir así:

1° Dios existe. Reconocer a Dios como el fundamento de nuestra vida

2° Dios se ha hecho hombre y se ha quedado con nosotros. Renovar la fe en la eficacia de Jesucristo en la Eucaristía, más que pensar en una Iglesia diferente pensada por nosotros. (Suena a la moderna sinodalidad)

3°. Dios sostiene a su iglesia. Reconocer que hay pecados y mal en la Iglesia. Pero existe también hoy la Iglesia santa que es indestructible. En la acusación contra Dios, se trata sobre todo de denigrar a la Iglesia en su conjunto y apartarnos de ella.

La luz de Dios… hoy sigue sin declinar.

A continuación dejo extractos del texto de Benedicto XVI, los subrayados son míos. Pueden encontrar aquí el texto traducido al español: https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=34677

Y aquí un video en el que expongo este tema:

https://youtu.be/nuLFQiK6Wfc

1. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Tenemos que crear otra Iglesia para resolver las cosas? Este experimento ya se ha llevado a cabo y ha fracasado. Sólo la obediencia y el amor a nuestro Señor Jesucristo puede mostrar el camino justo.

La potencia del mal surge a través de nuestra negación del amor de Dios.

Aprender a amar a Dios es por tanto el camino de la redención del ser humano.

Un mundo sin Dios sólo puede convertirse en un mundo sin sentido. Pues ¿de dónde viene todo lo que hay? En cualquier caso, no tendría un fundamento espiritual. Estaría simplemente ahí, sin tener una meta ni un sentido. No habría ninguna medida del bien o del mal. Entonces podría imponerse únicamente quien sea más fuerte que los demás. El poder sería entonces el único principioLa verdad no contaría nada, no existiría en realidad. Sólo cuando las cosas tienen un fundamento espiritual, han sido queridas y pensadas, sólo cuando hay un Dios Creador, que es bueno y quiere el bien, puede entonces la vida del hombre tener un sentido.

En nuestro tiempo se ha acuñado la muletilla sobre la muerte de Dios. Si Dios muere en una sociedad, seremos libres, nos asegura. En realidad, la muerte de Dios en una sociedad significa también el fin de la libertad, porque muere el sentido que le daba una orientación. Y porque desaparece la medida que nos daba la dirección, ya que nos enseñaba a distinguir entre el bien y el mal. La sociedad occidental es una sociedad en la que Dios está ausente de la vida pública, y no tiene ya nada que decirle.

Y por ello es una sociedad en la que la medida de lo humano se va perdiendo cada vez más. En algunos puntos a veces se ve claramente cómo lo que está mal y destruye al hombre se ha convertido en algo natural. Es el caso de la pedofilia. Teorizada todavía no hace mucho tiempo como perfectamente legítima, se ha ido extendiendo cada vez más. Y ahora reconocemos estremecidos que a nuestros niños y jóvenes les han sucedido cosas que amenazan con destruirlos. Que esto se haya difundido también en la Iglesia y por culpa de sacerdotes tiene que horrorizarnos en la mayor medida.

¿Cómo ha podido la pedofilia adquirir tal dimensión? En último término, la razón se halla en la ausencia de Dios.

Una primera tarea que tiene que desprenderse de la conmoción moral de nuestro tiempo consiste para nosotros en comenzar de nuevo a vivir desde Dios y para Dios. Tenemos que aprender, por delante de todo lo demás, a reconocer a Dios como el fundamento de nuestra vida y no dejarlo a un lado como simple cháchara. Sigue siendo inolvidable para mí la advertencia que me escribió una vez el gran teólogo Hans Urs von Balthasar en una de sus cartas: “El Dios trinitario, Padre, Hijo y Espíritu Santo, no pre-suponerlo, sino ante-ponerlo!” En efecto, también en la teología a menudo Dios se presupone como algo evidente, pero no se trata acerca de Él concretamente. El tema de Dios parece poco importante, tan lejano de las cosas que nos ocupan. Y, sin embargo, todo cambia si a Dios no solo se lo pre-supone, sino que se lo ante-pone. No dejarlo de alguna manera en el trasfondo, sino reconocerlo como el punto central de nuestro pensar, hablar y obrar.

2. Dios se ha hecho hombre por nosotros.[y se ha quedado en la eucaristía] La criatura humana le es tan sumamente cara que se ha unido a ella y así ha entrado de manera concreta en la historia humana.

El descenso en la participación de la eucaristía dominical muestra cuán poco los cristianos de hoy son capaces de apreciar la dimensión del don que consiste en su presencia real. La eucaristía se rebaja a un gesto ceremonial, cuando se considera normal distribuirla como exigencia de cortesía en fiestas familiares o en ocasión de matrimonios o entierros a todos los invitados por razón de parentesco. La normalidad con la que en algunos lugares también los simplemente presentes reciben el santísimo sacramento muestra que en la comunión no se ve más que un gesto ceremonial. Si pensamos qué habría que hacer, es claro que no necesitamos una Iglesia diferente pensada por nosotros. [Sinodalidad] Lo que es necesario, más bien, es renovar la fe en la eficacia de Jesucristo en el Sacramento que se nos da a nosotros.

3. Y en fin está el misterio de la Iglesia.

la Iglesia hoy se ve en gran medida solo como una especie de aparato político [humano]. Se habla de ella en la práctica sólo con categorías políticas, y eso vale también para los obispos, que formulan su imagen de la iglesia del futuro en términos casi exclusivamente políticos. La crisis causada por los numerosos casos de abusos cometidos por sacerdotes empuja a considerar a la Iglesia como algo fallido, que fundamentalmente tendríamos que tomar en nuestras manos y reconfigurar de nuevo. Solo que una iglesia hecha por nosotros no puede ser una esperanza.[otra vez, suena a sinodalidad]

Jesús mismo comparó a la Iglesia con una red en la que hay peces buenos y malos, que al final Dios mismo separará. Está también la parábola de la Iglesia como un campo sembrado en el que crece el buen grano que Dios mismo ha sembrado, pero crece también la cizaña que el enemigo ha sembrado a escondidas. En efecto, la cizaña en el campo de Dios, la Iglesia, es enormemente visible, y los peces malos en la red muestran también su fuerza. Y sin embargo el campo sigue siendo el campo de Dios y la red, la red de Dios. En todos los tiempos no hay solo cizaña y peces malos, sino también simiente de Dios y buenos peces. Anunciar las dos cosas al mismo tiempo con fuerza, no es una falsa apologética, sino un servicio necesario a la verdad.

[Reflexiona acerca del] libro de Job (Jb 1 y 2,10; 42,7-16). Allí se cuenta que el demonio intentaba desacreditar ante Dios la justicia de Job como algo solo exterior. Se trata exactamente de lo que dice el Apocalipsis: el demonio quiere mostrar que no hay hombres justos, que toda la justicia de los hombres es sólo una representación exterior. Si se la pudiera examinar más de cerca, rápidamente caería la apariencia de justicia.

Frente al Dios creador se halla el demonio, que denigra a la humanidad y a toda la creación. Éste dice, no sólo a Dios, sino sobre todo a los hombres. “Mirad lo que este Dios ha hecho. Aparentemente una creación buena. En realidad está llena de miseria y de asco”. Denigrar la creación es en realidad denigrar a Dios, quiere mostrar que Dios no es bueno y alejarnos de él.

La actualidad de lo que aquí nos dice el Apocalipsis está a la vista. En la acusación contra Dios hoy se trata sobre todo de denigrar a la Iglesia en su conjunto y apartarnos de ella. La idea de una Iglesia mejor construida por nosotros es en realidad una propuesta del demonio con la que quiere apartarnos del Dios vivo con una lógica mentirosa, en la que caemos fácilmente. No, la Iglesia también hoy, no sólo se compone de malos peces y de cizaña. La Iglesia de Dios sigue existiendo hoy, y sigue siendo el instrumento a través del cual Dios nos salva. Es muy importante oponer a las mentiras y medias verdades del demonio toda la verdad: sí, hay pecados y mal en la Iglesia. Pero existe también hoy la Iglesia santa que es indestructible. Sigue habiendo muchos que creen con humildad, sufren y aman, en quienes el Dios real, el Dios que ama se nos manifiesta. Dios sigue teniendo hoy sus testigos (“mártires”) en el mundo. Tenemos que estar atentos para verlos y oírlos.

La luz de Dios… hoy sigue sin declinar.