¿Crees que la otra persona es obstáculo para tu propia grandeza? Tal vez la envidia te corroe (II)

Continuamos el estudio de la envidia guiados por textos de Santo Tomás de Aquino. ¿Por qué Santo Tomás? Buena pregunta. Porque en tiempos de tan pomposa ambigüedad doctrinal necesitamos un guía seguro para aferrarnos de la realidad objetiva. Solo así obraremos adecuadamente. En nuestro caso, podremos entender correctamente qué es la envidia y así tomar las medidas correspondientes.

Además, el pensamiento de Santo Tomás de Aquino es fuente segura a la hora de interpretar el magisterio y la realidad cultural actual. Por eso escribió León XIII en la Aeterni Patris: “el Doctor Angélico indagó las conclusiones filosóficas en las razones y principios de las cosas… encierran como en su seno las semillas de casi infinitas verdades, que habían de abrirse con fruto abundantísimo por los maestros posteriores”. Así mismo, Juan Pablo II recalcó en 1979: «el pensamiento de Santo Tomás se ha mostrado como una respuesta adecuada a los problemas siempre nuevos que surgen en el ámbito de la ciencia y de la cultura.»

Comencemos entonces, cada subtítulo es una síntesis de la respuesta principal que Santo Tomás da en la Suma Teológica acerca de este tema. Luego ponemos un extracto que desarrolla más esa conclusión y, si es necesario, algún otro comentario nuestro.

1. La envidia es entristecerte porque piensas que el otro tiene algo que le da fama pero a ti te hace parecer menos ante los demás

Tenemos envidia cuando “el bien de otro se considera como mal personal porque aminora la propia gloria o excelencia. De esta manera siente la envidia tristeza del bien ajeno, y por eso principalmente envidian los hombres aquellos bienes que reportan gloria y con los que los hombres desean ser honrados y tener fama, como enseña el Filósofo” (IIª-IIae q. 36 a. 1 co ).

Es decir, si cuando ves que el otro es reconocido por alguna cosa mundana y tú no, te pones triste, probablemente tienes una envidia de tamaño familiar. Especialmente cuando son de esos capitales codiciados por la mundanidad: belleza, contactos, éxito profesional, vacaciones, diversiones, etc. “¡¿Por qué le va tan bien?!” es el slogan del envidioso. Ya te imaginarás que las redes sociales elevan esto a la enésima potencia.

2. Tienes más envidia de quien consideras que podrías ganarle y está más cerca de ti

Ya que nos causa tristeza el  bien que el otro tiene y que nos hace parecer menos “…solamente se tenga envidia de aquellos con los que el hombre quiere o igualarse o aventajarles en su gloria. Esto no se plantea respecto de quienes están a mucha distancia de uno. Nadie, en efecto, si no es un demente, pretende igualarse ni aventajar en gloria a quienes son muy superiores a él; por ejemplo, el plebeyo respecto del rey ni el rey respecto del plebeyo, a quien tanto sobrepuja. De ahí que el hombre no tenga envidia de quienes están muy distantes de él por el lugar, el tiempo o la situación; la tiene, en cambio, de quienes se encuentran cerca y con quienes se esfuerza por igualarse o aventajar”. (IIª-IIae q. 36 a. 1 ad 2).

Difícilmente le tendrás envidia a un actor de Hollywood o a un atleta olímpico, pero es muy probable que le tengas envidia a tu compañero de clase, colega en el trabajo o la amiga del grupo que consiguió un mejor plan que tú.

3. Por eso son más envidiosos los que ambicionan honores mundanos y también los pusilánimes que se victimizan al ver que el otro tiene o hizo al menos algo más que ellos

Creo que podríamos hoy en día definir a los “honores mundanos” como “aquél comportamiento o cosa de la cual te podrías ufanar en redes sociales y que el algoritmo lo considere aptísimo para recomendar en los feeds de tus amigos”. Algo así debe ser vistoso y llamativo, por lo tanto, superficial. El corazón de alguien así es lamentable porque va detrás de lo que no es profundo. ¿Realmente quieres eso?

Por eso, Santo Tomás dice del envidioso que “si fracasa en su intento, por el exceso de gloria del otro se entristece, y ésa es la razón por la que, quienes ambicionan honores, son más envidiosos. Los son igualmente los pusilánimes, porque todo lo planean a lo grande, y con el menor bien conseguido por otros se consideran ellos enormemente defraudados. Por eso leemos en Job 5,2: Al apocado le mata la envidia. Y San Gregorio, por su parte, escribe en V Moral.No podemos envidiar sino a quienes tenemos por mejores que nosotros en algo”. (IIª-IIae q. 36 a. 1 ad 3)

4. La soberbia engendra vanidad y ésta engendra a su vez envidia

El soberbio tiene un amor propio desordenado, un apetito desordenado de la propia excelencia, por lo que siempre quiere algo que le genere rápidamente la mayor excelencia. Esto genera que busque hacer o decir (o hacer como si tuviese) cosas que le hagan quedar bien ante los demás, muchas veces de manera vana. Así la soberbia engendra la vanagloria. Finalmente, ya que el vanidoso quiere ser más que los demás, no quiere que los otros tengan algo que disminuya su imagen, así el vanidoso se vuelve envidioso.

“En expresión de San Gregorio en XXXI Moral.Los pecados capitales están unidos con tan estrecho parentesco, que uno procede de otro. El linaje principal de la soberbia es la vanagloria, que, al corromper el alma oprimida, al momento engendra la envidia, ya que, deseando el poderío de su vano nombre, se acobarda porque otro lo puede alcanzar.” (IIª-IIae q. 36 a. 4 ad 1)

5. La envidia es un proceso con tres etapas y cinco hijas

(IIª-IIae q. 36 a. 4 ad 3) “El número de las hijas de la envidia pueden enumerarse de la manera siguiente: en el proceso de la envidia hay un principio, un medio y un fin.

[Principio] Al principio, en efecto, hay un esfuerzo por disminuir la gloria ajena, bien sea ocultamente, y esto da lugar a la murmuración, bien sea a las claras, y esto produce la difamación. 

[Medio] Luego quien tiene el proyecto de disminuir la gloria ajena, o puede lograrlo, y entonces se da la alegría en la adversidad, o no puede, y en ese caso se produce la aflicción en la prosperidad […de la tristeza provocada por el bien del prójimo… se sigue la satisfacción de ver el mal que le ha ocurrido…]. 

[Final] El final se remata con el odio, pues así como el bien deleitable causa el amor, la tristeza causa el odio, según hemos demostrado (q.34 a.6)…”

6. El tipo de envida más grave es del aumento de gracia en el prójimo

“Hay, sin embargo, un tipo de envidia considerado entre los pecados gravísimos, y es la envidia de la gracia del hermano, en el sentido de que alguno se duele incluso del aumento de la gracia de Dios, y no sólo del bien del prójimo. Por eso se considera como pecado contra el Espíritu Santo, ya que con ese tipo de envidia el hombre tiene de algún modo envidia al Espíritu Santo, que es glorificado en sus obras.”


Llegamos hasta aquí en esta serie de artículos sobre la envidia. En el siguiente veremos, Dios mediante, cuál es la diferencia entre la envidia y los celos. Dios los bendiga.