La virtud de la religión tiene como fin reverenciar a Dios. Si hacemos algo que sea irreverente frente a Dios, entonces estamos faltando a esa virtud. Tentar a Dios es una irreverencia, por lo tanto, es una falta contra la religión.
Una especie de tentación es la presunción ante Dios. Una manera de actuar con presunción es no disponernos con la debida diligencia para la oración, sino con pereza y descuido. Así dice Ex 18,23: Antes de la oración prepara tu alma, y no seas como los hombres que tientan a Dios.
Ya que somos bautizados, estamos llamados a practicar la virtud de la religión de manera especial, por lo tanto, debemos mostrar reverencia siempre ante Dios, preparando lo mejor que podamos esos encuentros de intimidad con el Señor. Así, haremos todo lo posible para que nuestras oraciones sean escuchadas. Así lo desarrolla Santo Tomás de Aquino en la Suma teológica – Parte II-IIae – Cuestión 97: La tentación de Dios:
Artículo 3: La tentación a Dios, ¿se opone a la virtud de la religión?
Respondo: Que, según lo dicho (q.81 a.5), el fin de la religión es reverenciar a Dios. Por tanto, todas aquellas cosas que implican sobre todo irreverencia hacia Dios se oponen a la religión. Ahora bien: es evidente que el tentar a alguien tiene no poco de irreverencia hacia él, pues nadie se atreve a tentar a una persona de cuya excelencia está seguro. Por tanto, es cosa manifiesta que tentar a Dios es un pecado opuesto a la religión.
Ad 2. Quien antes de la oración no prepara su espíritu, perdonando si tiene algo contra el prójimo (Me 11,25), o no se dispone para la devoción de otras maneras, no hace lo que está de su parte para ser escuchado por Dios. Y, por tanto, cabe interpretarse de algún modo esta conducta como tentación de Dios. Y aunque parece que lo que en este caso consideramos como tentación puede provenir de presunción o indiscreción, no deja, sin embargo, de ser irreverencia hacia Dios el que el hombre se comporte de forma presuntuosa y sin la debida diligencia en lo que a Dios se refiere, pues se nos dice en 1 Pe 5,6: Humillaos bajo la mano poderosa de Dios; y en la 2 Tim 2,15: Cuida diligentemente de ti mismo, para presentarte como conviene ante Dios. Luego también la tentación de que hablamos es una especie de irreligiosidad.