El aguijón de la carne (comentario de Santo Tomás)

Lección 3: 1 Corintios 12,7-10

2Co 12,7  “ (7) Y para que la grandeza de las revelaciones no me desvanezca se me ha dado un aguijón de mi carne, ángel de Satanás, que me abofetee. (8) Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. (9) Pero Él me dijo: Mi gracia te basta. Pues la fuerza se perfecciona en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto me gloriaré en mis flaquezas, para que la fuerza de Cristo habite en mí. (10) Por cuya causa me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por Cristo. Porque cuando soy débil entonces soy fuerte.”

Habla del antídoto dado a Pablo, no fuera a ser que por el rapto se envaneciera: y fue una flaqueza en la carne, acerca de la cual, aun cuando ora, sin embargo no es oído.

7. Y para que la grandeza de las revelaciones no me desvanezca se me ha dado un aguijón de mi carne, ángel de Satanás, que me abofetee.

8. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí.

9. Pero Él me dijo: Mi gracia te basta. Pues la fuerza se perfecciona en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto me gloriaré en mis flaquezas, para que la fuerza de Cristo habite en mí.

10. Por cuya causa me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por Cristo. Porque cuando soy débil entonces soy fuerte.

Aquí trata del remedio que se le dio contra la soberbia. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera, indicar el remedio que se le dio; la segunda, manifestar su petición de que tal remedio se le retirara: Por este .motivo tres veces rogué, etc.; la tercera, decirnos la respuesta del Señor revelando la razón del remedio aplicado: Pero El me d¡¡o, etc. Acerca de lo primero débese saber que ordinariamente el médico experto procura y permite que le sobrevenga al enfermo una enfermedad menor para curar la mayor o para evitarla; así como para curar de espasmo procura que haya fiebre; muestra que evidentemente esto ha sido hecha en él, en el bienaventurado Apóstol, por el médico de las almas, nuestro Señor Jesucristo. Porque Cristo, como máximo médico de las almas, para curar las graves enfermedades del alma, permite que sus elegidos sean afligidos por muchas y graves enfermedades del cuerpo, y, lo que es más, para curar de los pecados mayores, permite caer en los menores, y aun en los mortales. Ahora bien, entre todos los pecados el más grave es la soberbia. Porque así como la caridad es la raíz y el principio de todas las virtudes, así también la soberbia es la raíz y el principio de todos los vicios. El primer origen de todo pecado es la soberbia (Sir 10,15). Lo cual es claro de esta manera: porque se dice que la caridad es la raíz de todas las virtudes porque une a Dios, quien es el último fin. De aquí que así como el fin es el principio de cuanto se puede obrar, así también la caridad es el principio de todas las virtudes. Ahora bien, la soberbia aparta de Dios. Porque la soberbia es el apetito desordenado de la propia excelencia. Porque si alguien apetece alguna excelencia debajo de Dios, si moderadamente apetece y en atención a un bien, la puede tener; más si no es dentro del debido orden, puede ciertamente incurrir en otros vicios, a saber, el de ambición, el de avaricia, o el de la vanagloria, y otros semejantes; sin que haya sin embargo propiamente soberbia, si no es cuando alguien apetécela excelencia sin ordenarla a Dios. Por lo cual la soberbia propiamente dicha separa de Dios, y es la raíz de todos los vicios y el peor de todos, por lo cual Dios resiste a los soberbios, como se dice en Santiago 4,6. Y como en los bienes está de manera máxima la materia de tal vicio, el de la soberbia, porque su materia es el bien, a veces permite Dios que sus elegidos ser vean privados, por alguna parte suya, por enfermedad, o por algún defecto, y aun a veces por un pecado mortal, de tal bien, para que así por este motivo se humillen cuanto por aquella flaqueza no se ensoberbezcan, y así humillado reconozca el hombre que no puede mantenerse de pie con sus solas fuerzas. Por lo cual se dice en Romanos 8,28: Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, etc., no ciertamente por el pecado de ellos, sino por la ordenación de Dios. Así es como el Apóstol tenía una grande materia por !la cual ensoberbecerse, tanto en cuanto a la especial Elección por la que fue escogido por Dios (Vaso de elección es, etc.: Hechos 9,15); como en cuanto al conocimiento de los secretos de Dios, porque dice que fue raptado al tercer cielo y al paraíso, donde oyó inefables palabras que no le es posible al hombre proferir; como también en cuanto al aguante de los males, porque en cárceles mucho más, en azotes sin medida, etc., tres veces con vara fui azotado, etc. (2Co ,1 1,23-25); y también en cuanto a la virginal integridad, porque quisiera que todos fueseis como yo mismo (1Co 7,7); y en cuanto a la ejecución de obras buenas, porque más que todos he trabajado (1Co 15,10); y especialmente en cuanto a la máxima ciencia en la que sobresalió, la cual especialmente infla: por todo esto Dios le proporcionó el remedio, no fuera a ser que se levantara con soberbia. Y esto lo dice así: Y para que la grandeza de la revelación que se me hizo no me desvanezca en soberbia. No te dejes llevar de pensamientos altivos a modo de toro, etc. (Sir 6,2). No bien fui ensalzado, cuando me vi humillado y abatido (Ps. 87,16). Y dice, para mostrar que a él le fueron hechas las predichas revelaciones: se me ha dado un aguijón, esto «es, para mi provecho y humillación. Dice Job 30,22:

Me ensalzaste, y como que me pusiste sobre el aire» para estrellarme más reciamente. Se me ha dado, digo, un aguijón que atormenta mi cuerpo con una flaqueza del mismo cuerpo, para que el alma sane; porque literalmente se dice que fue vehementemente afligido por un dolor iliaco. O bien un aguijón de mi carne, esto es, de la levantisca concupiscencia de mi carne, por la cual era duramente atacado. Cuando yo quiero hacer el bien, me encuentro con una ley, porque el mal está pegado a mí; de aquí es que me complazco en la ley de Dios, etc. (Rm 7,21-22). De aquí que Agustín dice que en sí mismo tenía movimientos de concupiscencia, los cuales refrenaba sin embargo con la divina gracia. Este aguijón, digo, es un ángel de satanás, esto es, un ángel maligno.

Ahora bien, ese ángel o es enviado de Dios o permitido, pero es de satanás, porque la intención de satanás es que se rebele; y la de Dios es que se humille y quede aprobado. Tema el pecador, puesto que siendo el Apóstol vaso de elección no estaba seguro. Ahora bien, el Apóstol trabajaba por librarse haciendo a un. lado tal aguijón. Y por ese objeto oraba. Y esto lo agrega así: por este motivo tres veces rogué, etc. En lo cual débese saber que ignorando el enfermo el método del médico que aplica un mordente emplasto, le ruega que lo quite; y que sabiendo el médico la razón de su proceder, a saber, para obtener la salud, no atiende el deseo del peticionario, más cuidadoso de su provecho. Y así el Apóstol, sintiendo que el aguijón lo mortificaba demasiado, al médico único le pidió auxilio para que se lo quitara. Por tres veces de manera expresa y devotamente rogó que el Señor lo librara del aguijón-aquel. No sabiendo lo que debamos hacer, etc. (2 Paral. 20,12). Quizá pidió esto muchas veces, pero de manera expresa y vehemente tres veces lo pidió, o bien por tres veces, esto es, muchas. Porque el tres es número perfecto. Y en verdad que se le debe rogar, porque El mismo hiere y cura (Jb 5,18). Orad para que no caigáis en tentación (Luc. 22,40). Sigue la respuesta del Señor: Pero El me dijo: etc. En lo cual hace dos cosas. Primero indica la respuesta del Señor; luego, da la razón de la respuesta: Pues la fuerza, etc. Así es que dice: Yo rogué, pero el Señor me dijo: Mi gracia te basta; como si dijera: No necesitas que la flaqueza del cuerpo se te retire, porque no es peligrosa: porque no irás a dar a la impaciencia confortándote mi gracia; ni siquiera la flaqueza de la concupiscencia, porque no te arrastra al pecado, puesto que mi gracia te protege. Siendo justificados gratuitamente, etc. (Rm 3,24). Y ciertamente basta la gracia de Dios para evitar los males, para obrar el bien y para conseguir la vida eterna. Por la gracia de Dios soy lo que soy (1Co 15,10). La vida eterna es una gracia de Dios (Rm 6,23).

Objeción. Pero en contra esté lo que se dice en Jn 15,16: Cualquiera cosa que pidiereis al Padre en mi nombre os la concederé. Así es que o Pablo pidió discretamente, y entonces debió ser oído; o indiscretamente, y entonces pecó.

Respuesta. Débese decir que acerca de una sola y la misma cosa puede el hombre hablar de dos maneras. De la una, en cuanto a sí misma y según la naturaleza de esa cosa; de la otra, conforme al orden a otra cosa. Y así ocurre que lo que es malo en sí mismo y debe ser evitado, según se ordene a otra cosa es apetecible; así como una poción en sí misma es amarga y débese evitar; y sin embargo quien la considera en cuanto está ordenada a la salud la apetece.

Así es que igualmente, el aguijón de la carne en sí mismo es de evitarse como aflictivo; pero en cuanto es el camino de la virtud y ejercicio de la virtud es de apetecerse. Ahora bien, como aún no le era revelado al Apóstol aquel secreto de la divina providencia, de que redundaría en provecho suyo, lo consideraba pernicioso en sí mismo, por lo cual pedía que se le quitara, sin que por ello pecara; pero Dios, que ordenaba aquello para el bien de su humildad, no lo oyó en cuanto a su deseo; y sabiéndolo después el Apóstol se gloriaba diciendo: me complazco en mis flaquezas, etc. Y aun cuando no lo oyera en cuanto a su deseo, lo oyó, sin embargo, y escucha a sus santos en cuanto a su provecho. Por lo cual dice Jerónimo en la epístola a Paulino: El Buen Señor, que muchas veces no concede lo que queremos, para darnos lo que preferimos.

En seguida agrega la razón de su respuesta, diciendo: Pues la fuerza, etc. Admirable modo de hablar: la fuerza se perfecciona en la flaqueza. El fuego crece con el agua. Y esta expresión: la fuerza se perfecciona en ía flaqueza se puede entender de dos maneras: materialmente u ocasionalmente. Si se entiende materialmente, el sentido es éste: la fuerza se perfecciona en la flaqueza, esto es, la flaqueza es la materia de la virtud que se ha de ejercer. Y primeramente de la humildad, como arriba se dijo; y luego de la paciencia (La prueba de la fe produce la paciencia: Sant. 1,3); tercero, de la templanza, porque por la flaqueza se debilita el fomes y se hace uno moderado. Y si se entiende ocasionalmente, entonces la fuerza se perfecciona en la flaqueza, o sea, es la ocasión de alcanzar la virtud perfecta, porque sabiéndose débil el hombre, más se esfuerza por resistir, y por el hecho de resistir y luchar se hace mas esforzado, y consiguientemente más fuerte. Por lo cual se lee en el Levítico y en Jueces 3, que el Señor no quiso destruir a todos los habitantes de la tierra, sino que se reservó algunos, para que los hijos de 1srael se ejercitaran luchando contra ellos. Por la misma razón Escipión no quería la destrucción de la ciudad de Cartago, para que mientras tuvieran los Romanos enemigos exteriores, no pensaran en los enemigos interiores, contra quienes es más dura la guerra que contra los exteriores, como él mismo decía.

En seguida expresa el Apóstol el efecto de la respuesta del Señor, diciendo: con sumo gusto me gloriaré, etc. E indica un doble efecto. El uno es el de la gloriación, por lo cual dice: Como mi fuerza se perfecciona en las flaquezas, por lo tanto con sumo gusto me gloriaré en mis flaquezas, las que se me han dado para mi provecho. Y eso porque más me uno a Cristo. A mí líbreme Dios de gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Gal. 6,14). Aquel que en medio de la pobreza es honrado ¿cuánto más no lo sería si llegase a ser rico? (Sir 10,34). Y la razón de que con gusto me gloríe es para que la fuerza de Cristo habite en mí, para que por las flaquezas inhabite y se consume en mí la gracia de Cristo. El es el que robustece al débil (Is 40,29). Otro efecto es de gozo. Por lo cual dice: Por cuya causa me complazco, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero indica el tal efecto; luego indica su razón de ser: Porque cuando soy débil, etc. Así es que indica el efecto del gozo y la materia del gozo. Dice por cuya causa porque la fuerza de Cristo habita en mí en todas las flaquezas y tribulaciones, por lo cual me complazco, o sea, mucho me deleito y gozo con las dichas flaquezas mías. Tened, hermanos, por sumo gozo el caer en varias tribulaciones (Sant. 1,2).

Ahora bien, enumera las carencias en las que por la gracia de Cristo con sumo gusto se deleita. Y primero las que se deben a causa interior, y tales son las flaquezas. Por lo cual dice: en mis flaquezas. Se multiplicaron sus miserias, y en seguida corrieron aceleradamente (Ps. 15,4) hacia la gracia. Segundo, las que son por causa exterior. Y éstas en cuanto a palabras: en las injurias que se me hacen. Los apóstoles se retiraron de la presencia del concilio muy gozosos porque habían sido hallados dignos de sufrir, etc. (Hch 5,41). Y en cuanto a hechos, y esto en cuanto a carencia de bienes, diciendo: en las necesidades, esto es, en la penuria de lo necesario y en la pobreza que me oprimía.

Y de esta manera se entiende la necesidad, diciendo: generosos para aliviar las necesidades de los santos (Rm 12,13). O bien en cuanto al sufrimiento de los males infligidos, y esto en cuanto a los exteriores (Bienaventurados los que padecen persecución, etc. Mt 5,10), diciendo: en las persecuciones, a saber, del cuerpo, que de lugar en lugar y en todas partes sufrimos.

Y en cuanto a los interiores, diciendo: en las angustias, esto es, en ansiedades del espíritu. Estrechada me hallo por todos lados (Dan. 13,22). Pero la materia de todas estas cosas que son para gozo es que son por Cristo; como si dijera: Me complazco porque por Cristo padezco. Jamás venga el caso en que alguno de vosotros padezca por homicidio, o ladrón, o maldiciente, o codiciador de lo ajeno (1Pe 4,15). Y la razón de tal gozo la indica diciendo: porque cuando soy débil, etc.; como si dijera: Con razón me complazco en todo ello, porque cuando soy débil, etc. O sea, que cuando por lo que ocurre en mí o por la persecución de los demás incurro en algo de las cosas predichas, se me concede el auxilio divino, con el cual soy fortalecido. Tus consuelos llenaron mi alma de alegría (Ps. 93,19). Diga el débil: fuerte soy yo (Joel 3,10). Aunque en nosotros el hombre exterior se vaya desmoronando, el interior se va renovando de día en día (2Co 4,16). Y en el Éxodo se lee (I,12) que mientras más oprimidos eran los hijos de 1srael, tanto más se multiplicaban.