1. He aquí la Madre, he aquí el Hijo
Durante estos días de fiesta, la Virgen del Carmen se ha hecho presente en Cabanaconde de manera muy especial, más mamá que nunca.
Como buena mamá, les quiere dar a sus hijos lo mejor que puede darles, lo mejor que tiene.
¿Y qué es lo mejor que tiene la Virgen María? ¡Cristo!
Lo mejor que la Virgen María del Carmen puede darnos es al mismo Cristo, su propio Hijo. De hecho, es “todo” lo que tiene, y ha querido entregarlo nuevamente en Cabanaconde, ha querido dártelo a ti.
2. La condición para recibirlo
Solo que hay una condición. ¿Cuál es?
Que estés dispuesto a recibirlo. Eso quiere decir que estés dispuesto a “hacer lo que Él les diga” (Jn 2,5), como pedía Nuestra Señora en las bodas de Caná a los mozos.
¿Recuerdan que en esa boda se les había acabado el vino?
Fue así, invitaron a Jesús y a sus discípulos a un matrimonio cuando de pronto, en lo mejor de la fiesta, los mozos se dieron cuenta que habían calculado mal la cantidad de vino que necesitaban y que dentro de poco tiempo se iban a quedar sin vino. Es como si acá se nos acabara la comida al segundo día del matrimonio y faltasen aún dos días más de celebración (…o como si se acabara la cerveza, no sé qué sería peor para los esposos).
El asunto es que nadie les quería decir nada a los recién casados. ¡Imagínense! Se podían morir de la angustia. Pero la Virgen María, que también había sido invitada al matrimonio, sí que se había dado cuenta -como toda buena mujer que se da cuenta de los detalles y toda buena mamá que está pendiente de los demás- y así esta Señora tan hermosa estaba dispuesta a todo con tal de salvarles la celebración. María sabía que si no conseguían más vino iban a pasar una vergüenza terrible, se iban a poner tristes y los invitados iban a incomodarse.
Así fue como decidió decirle a su Hijo que haga un milagro. Aquí vemos cómo, en medio de nuestras dificultades, la Virgen María sale como Mamá a tratar de ayudarnos. Lo mejor que puede hacer es interceder por nosotros, es decir, pedirle a su Hijo que nos ayude. Ella simplemente le dijo: “No tienen vino”. ¿Y qué hizo Jesús? Le dijo que aún no había llegado la hora de manifestarse por medio de milagros, que no iba a hacer ningún milagro aún, que no se haga problemas y que no se meta en lo que no le tocaba. O sea, más claro, Jesús le dijo que no. ¿Y qué hizo María? Como toda buena mujer, hizo como si Jesús le hubiera dicho que sí… porque sabía que Jesús estaba esperando eso, que interceda. ¿Y después qué le dijo María a los mozos? “Haced lo que Él les diga”.
3. Lo que Él nos pida
Eso mismo es lo que ha pasado aquí en Cabanaconde. La Virgen se da cuenta de tus necesidades, de aquello que te está faltando para poder ir a ese banquete de bodas que es el Cielo, y le dice a Jesús: “no tiene vino”, “no tiene trabajo”, “no tiene salud”, “no tiene paciencia”, “no tiene un corazón dispuesto a perdonar”, “no tiene el alma en gracia”, “no va a confesarse hace años”, “no tiene a su hijo bautizado”, “no tiene el sacramento del matrimonio”, sobre todo le dice a Jesús: “no te tiene a Ti en su corazón”. Y le dice todo esto sabiendo que Jesús le va a escuchar y va a remediar esa necesidad -atención- si es que es conveniente para salvar tu alma.
Porque, por ejemplo, puede ser que tú le estés pidiendo una camioneta 4×4 y no te la dé porque sabe que con esa camioneta tal vez te vas a sentir soberbio, el dueño del mundo, mejor que tus amigos, y no tendrás la humildad necesaria para venir a arrodillarte frente a Dios. Entonces, Jesús no te da eso. Eso no es lo que necesitas. Lo que necesitas es justamente no tener esa camioneta, lo que necesitas es acordarte más de Dios.
Luego de decirle a Jesús lo que nos hace falta, ¿qué cosa nos dice la Virgen? ¿Cuál es la condición para recibir aquello que necesitamos? Nos dice “hagan lo que Él les diga”.
Así es. Lo único que Dios nos pide para recibir aquello que estamos necesitando es estar dispuestos a cumplir la voluntad de Jesucristo, “hacer lo que Él nos diga”. ¿Y qué puede ser eso que nos diga? Por supuesto, cumplir los mandamientos, los que hemos estado meditando durante toda esta semana: amar a Dios sobre todas las cosas, no tomar el nombre de Dios en vano, santificar las fiestas, honrar padre y madre, no matar, no cometer actos impuros, no robar, no mentir, no desear la mujer de tu prójimo, no codiciar los bienes ajenos.
Eso segurísimo que te lo pide la Virgen. Si quieres obtener el vino que tanto estás necesitando sin darte cuenta, tienes que cumplir estos mandamientos.
Pero no solo eso. “Lo que Él nos diga”, puede ser también, por ejemplo, pedirle perdón a tu compadre con quien llevas años peleado; puede ser el visitar a tus papás más seguido; puede ser confesar ese pecado de una vez por todas; puede ser el llevar a bautizar a tu hijo; puede ser alejarte de ese grupo de amigos o amigas que te llevan a cosas malas.
¿Estás dispuesto a hacer lo que Cristo te pida? Entonces estás dispuesto para recibir “eso” que tanto estás necesitando y que te servirá para recibir lo que María quiere darte: a Cristo mismo. Todas las cosas que tenemos son solamente medios para llegar a Cristo: el trabajo, la familia, el dinero, la salud, incluso la familia. Son todos medios para llegar a Cristo. Lo que María quiere darte es a Cristo mismo, quiere que seas un verdadero cristiano católico, que Cristo viva en ti, no solo cuando estés en la iglesia, sino siempre.
La Virgen va a interceder por ti. Solo tienes que estás dispuesto a hacer lo que su Hijo te diga.
4. ¿Por qué no hacemos lo que Él nos dice?
¿Por qué no hacemos lo que Él nos dice?
Porque le damos importancia a otras cosas y no a lo que Cristo nos está pidiendo. ¿Qué es lo que Cristo nos pide? Simplemente que estemos con Él.
En el evangelio de hoy se ve muy claro esto. Miren a María y a Marta. María está con Jesucristo, escuchando su palabra, meditándola, haciéndole preguntas, conversando con Él. Por su parte, Marta está yendo de un lado a otro de la casa, ocupada con toda la cocina, atendiendo a los otros invitados, sirviendo los platos… “pero estas son cosas que se deben hacer pues padre”, seguramente piensas. Y claro que sí, eso se debe hacer. Pero sin olvidarse de lo otro que es estar con Cristo en la oración, venir a visitarlo aquí a la Iglesia, arrodillarse y hablar con Él a solas, porque de allí es de donde sacamos fuerzas. Si no, las cosas que hagamos estarán vacías. Serán como un árbol sin raíz.
Les voy a dar un secreto si es que quiere estar con Cristo escuchando su Palabra: leer la Biblia.
La Sagrada Escritura es la misma palabra que María escuchaba con gusto en su casa de Betania. Ahora nosotros tenemos esa Palabra en la Sagrada Escritura. Allí encontraremos luz para poder hacer lo que Cristo nos pida y nuestras acciones, todo lo que tengamos que hacer en el día tendrá más fuerza.
5. ¿Hace cuánto no lees la biblia?
Podrías leer diariamente un capítulo del evangelio de San Mateo, no te quitará mucho tiempo, serán cinco o diez minutos. Te dará luz para poder escuchar qué es “eso” que Dios te está pidiendo y te dará fuerza para cumplirlo.
Pero si nos preocupamos solamente por el trabajo o solamente por lo exterior, por las apariencias, por el hacer cosas para que los demás me vean, entonces seremos como Marta que le dijo a Jesús:
“Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
Y Cristo nos responderá: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
La mejor parte es estar con Cristo en la oración, en la meditación de sus palabras al leer la Biblia. “Pero ¿y lo otro? ¿Quién atiende a los hijos? ¿Quién atiende a mis papás que están viejitos? ¿Quién cocina?”
Tenemos que hacer ambas cosas. El trabajar, el preocuparnos por la familia y atenderlos, pero que esas cosas cotidianas tengan como raíz el estar con Cristo en la oración y en la lectura de la Biblia. Si no estamos a los pies de Jesús como Marta, no podremos ser buenas Marías. Rápidamente nos olvidaremos de Dios.
¿Qué pasa si nos olvidamos de Dios? Pues que no sabemos qué cosa nos está pidiendo, y como no sabemos que nos pide, nos metemos en nuestros asuntos, no le damos nada a Cristo.
Y como no estamos haciendo “lo que Él nos diga”, entonces no podremos recibir eso que tanto necesitamos. No tendremos ese vino que Nuestra Señora del Carmen quiere que tengamos, habrán pasado las fiestas y nosotros habremos desperdiciado ese momento en donde la Virgen consigue de Jesucristo tantas gracias para nosotros.
6. Conclusión
Para poder recibir a Cristo, tenemos que estar dispuestos a cumplir su voluntad en nuestra vida. Dispuestos con la misma disposición que hemos escuchado en el evangelio de hoy que tenían Marta, María y Lázaro en Betania. ¿Se imagina con cuanto amor esperaban ese momento en que Jesús pasa por su puerta? ¿Con cuánta alegría conversaban con Él?
Así también debemos estar nosotros, dispuestos a recibir su palabra leyendo la Biblia, haciendo oración y recibiéndolo en la comunión. Nuestras obras externas deben brotar de nuestra vida interior.
Hoy terminamos la Santa Misión, le damos gracias a Dios por estos días en Cabanaconde junto a nuestra Madre del cielo y junto a todos ustedes. Les damos las gracias a los padres Jorge Ames y José Vince por habernos recibido en su parroquia y haber dado a los religiosos que están aún formándose un buen ejemplo de misioneros, dispuestos a cumplir la voluntad de Dios.
Comprometemos nuestras oraciones para que ustedes puedan ser Martas, pero también Marías. Que su vida exterior sean las ramas de ese árbol que tiene la raíz en la vida interior, tres raíces grandes: acompañar a Jesús en la Santa Misa todos los domingos; la lectura de la Sagrada Escritura y la práctica de la caridad con los demás, especialmente los familiares.
Dios los bendiga, nos encomendamos a sus oraciones.