En el evangelio de hoy, nuestro Señor se enfrenta con un demonio mudo. Este tipo de demonio se encuentra retratado en una de las reglas de discernimiento de espíritus de San Ignacio de Loyola.
En la 13era regla aclara que el diablo es como un hombre que quiere enamorar -cortejar- a alguien que no le corresponde. Por ejemplo, como un libertino que quiere enamorar a una mujer que ya está casada. O al revés, una mujer que quiere enamorar a un hombre que ya está comprometido con otra mujer.
Dice San Ignacio que el demonio siempre trata de obrar en secreto, al igual que estas personas con mala intención. Así, el demonio busca obrar siempre en la oscuridad, que no se sepa que está, siempre tratando de obrar a escondidas y siempre sugiriéndonos excusas a comportamientos que pongan en peligro nuestra alma.
El demonio mudo tiene tres objetivos con esta técnica: primero, autoengañarnos y engañar a los demás, convenciéndonos que está bien lo que estamos haciendo; segundo, que no nos demos cuenta que necesitamos ayuda, y tercero, que no se enteren los que pueden ayudarnos.
Detrás de toda acción del demonio está siempre la mentira, es el padre de la mentira; la falsedad es la marca del diablo, decía Benedicto XVI .
Así, en primer lugar, trata de que cuando nos veamos tentados no digamos nada, que nos quedemos mudos. Quiere que pensemos que no está tan mal hacer “algo” de caso a esa tentación, porque tal vez no estás cayendo en un pecado grave (aún).
Pero, a la vez, quiere que los demás no se enteren. Recordemos que Jn 3,21 dice “Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no le acusen.”
Segundo, como es algo que está «en el límite de lo permitido» (aparentemente), entonces»no pasa nada»: «es solo un amigo”, “este apostolado es por una buena causa”.
Entonces viene lo tercero: que no manifiestas lo que te pasa a ninguna de las personas que tienen autoridad y poder para ayudarte. Como por ejemplo el director espiritual, el confesor, los papás o los superiores religiosos. “No te van a entender” dice el diablo, “te van a llamar la atención, como siempre”, “se van a sentir defraudados”, “no te van a dar permiso después”…
Como broche de oro, el demonio mudo te deja con tus propias imaginaciones y fantasías, enredándote aún más. Pasa entonces lo del salmo 31 hablando del pecador que no se quiere confesar: Mientras callé se consumían mis huesos, tu mano pesaba sobre mí.
¿Cómo hacerle frente a este demonio o cómo prepararnos para cuando llegue esta tentación?
En primer lugar, así como una esposa no se “prepara” para cuando venga la tentación de engañar a su marido, así nosotros no debemos enfocarnos en una actitud negativa, sino positiva. Porque uno no puede vivir a la defensiva toda la vida.
La única preparación para mantenerse fiel es amar mucho a su esposo. Poner en él su corazón, renovar su amor cada día y el deseo de hacerlo todo por él. Jn 3,21: “el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.”
En segundo lugar, siendo humildes, venciendo nuestro juicio propio en las pequeñas cosas. Es decir, cuidando de que nuestra testarudez, orgullo o caprichos no nos gobiernen. Esforzarse en ser humildes para aceptar los consejos y correcciones de los demás. Especialmente cuando vienen de los que tienen el oficio de ayudarnos.
En tercer lugar, acostumbrarnos a hablar con la gente que nos quiere bien y que tiene autoridad para ayudarnos. Acostumbrarnos a abrir nuestro corazón con quien corresponde.
Cuando el diablo ve que hay uno que se maneja solo, entonces sabe que ya ganó la mitad de la batalla. Por ejemplo, en la dirección espiritual, en la confesión. Y si somos religioso en el diálogo con el superior. Como dicen: “tentación declarada, tentación ganada”. Hay que delatar las tentaciones que tenemos, así sacamos a la luz al diablo.
Y esto incluso, cuando vemos que hay un hermano que está pasando por un peligro y nosotros vemos que no se da cuenta o que el demonio mudo ya lo tiene muy sujeto. En este caso, lo más prudente siempre es hablar primero con el superior (en el caso de religiosos) o con el párroco o coordinador del grupo para que nos aconseje cómo poder ayudarlo o, tal vez, para que directamente él mismo lo ayude.
Esto no es ser chismoso o traidor, al contrario, es estar atento por el bien espiritual de los demás hablando con quien corresponde. Éstas cosas no se deben hablar con cualquier persona porque se podría caer en murmuración o difamación.
Renovemos nuestro amor y confianza en Dios, es la forma más segura de prevenir cualquier tipo de tentaciones, especialmente esta de la mudez. Dios nunca nos dejará defraudados, al abrir nuestro corazón y manifestar nuestras dificultades siempre encontraremos paz y alegría, frutos del amor a Dios.