Con los pies en la tierra pero el corazón en lo alto

  1. Con los pies en la tierra

Ciertamente, si queremos ser católicos consecuentes con nuestra fe y evangelizar la cultura, debemos vivir con los pies bien firmes en la tierra, atentos a los signos de los tiempos, de los cambios sociales, de las manifestaciones, de aquello que atenta contra la ley natural y la honra de Dios.

Hoy estamos llamados a vivir en un estado de “contrarrevolución” como dice Jean Ousset, sabiendo que el cristianismo es el humanismo pleno y verdadero porque le da la dignidad adecuada al ser humano con respecto a Dios y a las criaturas, le muestra el sentido de su existencia, sus fines naturales y sobrenaturales, y qué debe hacer para alcanzarlos. 

Y esta verdad, es la que debemos defender y enseñar, porque -como dijo un obispo- “no es minimizando la verdad como se la hace aceptar, sino presentándola en toda su magnífica intransigencia. No es conquistadora si no es total”.

Estamos confiados en que la revolución cultural y espiritual contra el orden querido por Dios no prosperará, porque Dios no puede ser vencido, ya venció en Jesucristo. Recordemos que en Ap 19,16 nos dice que este Hijo del Hombre en su “manto y en el muslo lleva escrito un nombre: Rey de reyes y Señor de señores.” Nuestro Buen Jesús.

  1. Pero el corazón en el cielo

Para poder sobrellevar las tempestades que nuestra barca sufre, llamémosla: nuestra familia, nuestra sociedad, nuestra iglesia católica o la sociedad en la que queramos aplicarlo, debemos tener un tripulante indispensable: Nuestro Buen Jesús. Si Él está con nosotros, nada podrán contra nosotros, aunque nos llamen intolerantes, aunque nos censuren, nos metan a la cárcel por defender los derechos naturales, no admitir el error o incluso, nos quiten la vida.

Está bien pensar de forma contrarrevolucionaria, que uno se quiera meter en lo social, incluso en política como me decía un amigo hace poco, pero debemos tratar siempre de que nuestro corazón esté por encima de todo esto. Nuestro tesoro debe estar puesto en Cristo, nuestro amor debe estar allí y no en el éxito terreno, por más bueno que parezca. Recuerden que el éxito de Cristo fue la cruz.

Esto es válido no solo para esta batalla de las dos ciudades, sino también para darle sentido al sufrimiento cuando nos toque sufrir. Esa es la forma de ser cristianos, de llevar ese estandarte, completando en nuestra carne lo que falta a la Pasión de Cristo como dice San Pablo.

Para poder tener el corazón arriba, Santa Teresa no nos da un consejo, sino un mandato para todo tipo de almas, sean que hayan llegado al más alto grado de oración (como ella) o que estén recién empezando: nunca estar sin la compañía de Jesús. “Creedme, mientras pudiereis, no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbráis a traerle a cabo vos, y él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando contentarle, no le podréis, como dicen, echar de vos”.

¿Y cómo se hace esto? 

Contemplando la humanidad de Jesús. “Si estáis alegre, miradle resucitado… Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto… os holguéis de hablar con él, no oraciones compuestas, sino de la pena de vuestro corazón”.

  1. Ser católicos cabales

Por lo tanto, si queremos realmente ser católicos cabales, en todo el sentido de la palabra, hay que estar con los pies en la tierra, luchándola aquí e interpretando todo con criterios sobrenaturales, pero para ello debemos tener el corazón en el cielo. Nuestro corazón debe estar en el Sagrado Corazón de Jesús, como dijo Santa Teresa, estando en su compañía durante todo el día si es posible, asimilándonos a sus sentimientos. Allí entonces, nuestra barca estará segura frente a las tempestades. Si Cristo está a bordo, siempre llegaremos al Puerto de salvación.