Profeta no es tan sólo el que predice de antemano lo que va a suceder, sino ante todo el que habla en lugar de otro. No el que habla “antes” sino “en lugar de”. Así, los profetas en el AT eran heraldos, intérpretes del Señor ante el pueblo.
El profeta por antonomasia fue Cristo, y nosotros desde el bautismo, cumplimos las mismas funciones que él tiene: ser profetas, sacerdotes y reyes. El Catecismo dice que el bautizado realiza su función profética cuando “se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.” (CEC 785) Justamente “testigo” en griego se dice “mártir”, y eso fue Santo Tomás Moro, mártir de la fidelidad a su conciencia iluminada por el Espíritu Santo, testigo del abandono total en manos de Dios y profeta de la verdad de Dios ante el mundo.
1. Quién fue Tomás Moro
“Tomás Moro, nació en Londres el 07 de febrero de 1478. Fue un pensador, teólogo, político, humanista y escritor inglés; además, poeta, traductor, Lord Canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de negocios civiles y abogado. Estando todavía al servicio del Rey, no estuvo de acuerdo en reconocer a Enrique VIII como “Cabeza Suprema de la Iglesia de Inglaterra”. Tomás Moro se opuso tajantemente al divorcio de Enrique VIII con su esposa Catalina de Aragón. En 1532, renunció a su cargo y debido a que se negó a asistir a la coronación de la nueva reina, Ana Bolena, fue acusado de corrupción y decapitado”.[1]
Dice su biografía en la web del Vaticano: “La coherencia cristiana que Tomás Moro vivió hasta el martirio explica que su fama haya ido consolidándose incesantemente a lo largo de los siglos.”
“Tomás Moro fue canonizado por la Iglesia católica en 1935, y desde 1980 su nombre figura también en el martirologio anglicano. Es reconocido (…) como símbolo de integridad y como testigo heroico de la primacía de la conciencia. «Muero como buen siervo del Rey, pero sobre todo como siervo de Dios», fueron sus últimas palabras.”
En el año 2002, el Papa Juan Pablo II lo nombró santo patrón de los gobernantes, políticos y abogados.
2. Mártir de la libertad de conciencia[2]
“Santo Tomás Moro aparece como el modelo ejemplar de esa unidad de vida en la que Su Santidad [JPII] ha cifrado la expresión específica de la santidad para los laicos: «La unidad de vida de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida profesional y social ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres» (Exhort. apost. Christifideles laici, n. 17). En Santo Tomás Moro no hubo señal alguna de esa fractura entre fe y cultura, entre principios y vida cotidiana, que el Concilio Vaticano II lamenta «como uno de los más graves errores de nuestra época» (Const. past. Gaudium et spes, n. 43).”
3. Testimonio de fe para su familia y la sociedad[3]
“Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía. Por esto, me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza…”
“Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.”
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Que la Virgen nos conceda ser verdaderos profetas, fieles a Nuestro Señor, para que aún en las pruebas más duras podamos dar testimonio de nuestro amor y confianza en Dios.
[1] https://www.tomasmoro.ec/quien-fue-tomas-moro/
[2] https://www.vatican.va/jubilee_2000/jubilevents/jub_jubilparlgov_20001026_thomas-more_sp.html#BIOGRAF%C3%8DA (Solicitud enviada a Juan Pablo II para su proclamación como Patrono de los Hombres de Gobierno)
[3] De una carta de santo Tomás Moro, escrita en la cárcel a su hija Margarita https://www.corazones.org/liturgia/biblia_y_liturgia/oficio_lectura/fechas/junio_22.htm