…in vitam aeternam

El día de ayer, al terminar la procesión del Corpus en Arequipa y recibir la despedida de Mons. Javier en la Plaza de Armas, los sacerdotes nos dirigimos a la iglesia de San Agustín para terminar la celebración litúrgica.

Como tradicionalmente se hace, al llegar a la sacristía o al lugar que funge como tal, todos los celebrantes forman un círculo esperando que llegue el que ha presidido la celebración y al llegar dice: “Prosit…” que significa “que sea de provecho”, a lo que responden los concelebrantes: “…in vitam aeternam”, “para la vida eterna”.

Luego, Mons. Javier dijo sencillamente a los casi 100 sacerdotes que estábamos allí, refiriéndose a la celebración del Corpus: “este es el sentido de nuestra vida”.

Realmente, este debe ser el sentido de nuestra vida, nuestra vida debe tener sentido de eternidad, de lo que no pasa jamás, de solidez, de amor invencible, de belleza celestial, de contemplación de Dios… y todo eso lo tenemos en la eucaristía.

San Juan Bosco repetía a sus jóvenes: “Che cosa sono i capricci di questo mondo? Ciò che non è eterno, è nulla. Quod aeternum non est, nihil est![1]

Nada. ¿Por qué nos preocupamos? Si no es por algo eterno, es nada. ¿Qué cosa amamos? Si no es algo eterno, es nada. Si no tenemos vida eterna, si no vivimos con luz de eternidad, no vivimos. La vida de nuestra alma es aquello que ama. Por eso dice el evangelio: “donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.”

Si nuestro tesoro está en la eternidad, en el cielo, en la eucaristía, allí está nuestro corazón. Si no.

San Juan de la Cruz, lo dice espectacularmente en el Cántico Espiritual B, 8,3: “el alma más vive donde ama que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene su vida, antes ella la da al cuerpo, y ella vive por amor en lo que ama.”

Por eso debemos recordar que tenemos una vocación eterna y nuestro corazón, nuestro tesoro debe estar puesto allí, en la eternidad. Solo así, cualquier cosa que hagamos, por más oculta y pequeña que sea, nos aprovechará a nosotros y a nuestros hijos espirituales, para la vida eterna.

Por eso, el P. Pier Giordano Cabra dice en un libro llamado “Vida religiosa en misión”: “el religioso, hoy, o es un contemplativo, o no tiene sentido”.

Que la Virgen nos dé su corazón para que nuestro tesoro sea el suyo, para que la única razón de nuestro amor, de nuestras preocupaciones e interés, de nuestra esperanza, sea Jesucristo, y que entonces aprovechemos cada comunión, cada adoración al Santísima para vivir un instante de eternidad.


[1] https://www.donboscosanto.eu/memorie_biografiche/Scritti/Don_Bosco-Memorie_biografiche_Vol_02.html#A002001286

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