1. Ejemplo de Cristo
Si buscas un ejemplo de paciencia, es excelentísima la que encontramos en la Cruz. La paciencia se manifiesta grande en dos cosas: o cuando uno sufre pacientemente grandes cosas; o cuando sufre aquellas cosas que puede evitar y no las evita.
Pues Cristo sufrió grandes cosas en la Cruz: Oh, vosotros que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor como el mío (Lam 1,12); y (lo hizo) pacientemente, porque: Cuando sufría no amenazaba (1 Pe 2,23) y en Is 53,7: Como oveja será conducido al matadero y como cordero ante quien le trasquila enmudecerá.
Así mismo lo pudo evitar y no lo evitó: ¿Acaso piensas que no puedo rogar a mi Padre y me proporcionaría ahora más de doce legiones de Ángeles? (Mt 26,53).
2. Aplicación
Cuando nos toque sufrir grandes cosas, por ejemplo, una enfermedad, la pérdida de un ser querido, la incomprensión o una gran humillación, veamos el ejemplo de Cristo en la Cruz. Él veía esa Cruz como enviada por su Padre para un bien mayor, ya que de Dios no puede venir nada que no sea para nuestra propia santificación y la salvación de las almas.
Recordemos que a Dios nada se le escapa. Todas las cosas son o queridas, o permitidas por Dios. Este pensamiento nos debe llevar a la paciencia, pues «ningún mal [ninguna cruz] viene de Dios, a no ser que se ordena al bien. Y por eso, si toda pena que el hombre sufre viene de Dios, debe soportarla pacientemente. Pues las penas purgan los pecados, humillan a los reos, provocan al amor de Dios a los buenos: Si recibimos los bienes de la mano de Dios, ¿por qué no soportaremos los males? (Job 2,10).»
Y para disponernos a ese momento grandes pruebas, debemos ejercitar la virtud de la paciencia en las pequeñas oportunidades de cada día. Seguir el ejemplo de Cristo, no evitar aquellos sufrimientos que podríamos no sufrirlos. Por ejemplo, las incomodidades, la sed, sobre todo, los defectos ajenos. Ser paciente con los demás, es querer imitar la actitud que tiene Cristo con respecto a nosotros.
3. Conclusión
Mientras mayor sea nuestro amor a Cristo, mayor será nuestra paciencia frente a las cruces. Lo explica así el P. Pío de Pietrelcina: “La esperanza de participar cada vez más en la gloria de Cristo hace más soportable la crucifixión con Él, hasta alegrarse de las miserias y tribulaciones. Sufrir con Cristo es amarlo y consolarlo perfectamente. El deseo y el amor al sufrimiento son mayores, mientras mayor es el amor a Cristo y a las almas”.[2]
[1] Luis de La Palma, La Pasión del Señor en Obras Completas, BAC, 1967, pág. 174
[2] Pierino Galeone, Padre Pio. Mio Padre, pp. 27-32