1. Idea:
- Cristo nos ha pedido que seamos “uno”, como Él y el Padre son uno (cfr. Jn 17,21). Pero ¿cómo comportarnos con los que “no están con nosotros”?
- ¿Cómo comportarnos con los no cristianos, con los no católicos y con los que sí han recibido el bautismo pero que ahora no aceptan las enseñanzas de la iglesia en su totalidad? La respuesta nos la da el Catecismo y San Agustín: en primer lugar amarlos como Cristo los ama; segundo, celebrar aquello en lo que sí están con nosotros; y tercero, rechazar los errores que no les permiten estar en comunión.
2. Evangelio:
- El apóstol San Juan, le cuenta al Maestro que encontraron a una persona que expulsaba demonios en nombre de Cristo, pero que se lo prohibieron ya que no estaba con ellos, no era parte del grupo de los discípulos.
- Como buen “Hijo del Trueno”, San Juan Apóstol, pensaba que habían hecho algo muy bueno, fruto de su celo por el evangelio de Cristo. Sin embargo, Cristo los reprende, diciéndoles que no se lo han debido prohibir ya que: “El que no está contra nosotros, está con nosotros”, les dice.
3. Explicación:
- Primero hay que aclarar bien este pasaje, porque podría entenderse que cualquier persona -sin importar su religión, denominación cristiana, secta o incluso si es ateo- estaría en la unidad de la iglesia católica, con tal que no la ataque. O en otras palabras: “no importa que no seas católico, pro-choice o pro ideologías, con tal que haya fraternidad, está todo bien”.
- Y es justamente lo contrario, pensando que hacemos bien a la iglesia, estaríamos destruyendo su verdadera unidad bajo un disfraz de falsa armonía.
- Ya que, en este caso, no importaría ni el Credo que nos enseñaron los apóstoles, ni los sacramentos, ni el sacerdocio (que son los vínculos de unidad que indica el Catecismo en el punto 815).
- Aún más, la misma Santísima Trinidad quedaría postergada. Recordemos que la iglesia es “una” por tres razones: por su origen, por su Fundador y por su Alma. Es decir, la unidad de la iglesia se fundamenta en la unidad de la Santísima Trinidad, en Jesucristo, que nos unió en un mismo Cuerpo, y en el Espíritu Santo, que habita en los creyentes y los une a Cristo. (Catecismo 813)
- Estaríamos buscando una unidad meramente humana, no sobrenatural.
- Equivaldría a decir “no importa el evangelio de Cristo, ni su deseo de fundar una iglesia, ni su cruz”.
3.1. ¿Entonces?
- ¿A qué se refiere “el que no está contra nosotros”? Aquí Cristo está hablando en primer lugar, de la unidad que tiene con sus apóstoles cuando dice “nosotros”, ya que son verdaderamente uno, por eso dirá también “el que os acoge, a mí me acoge” (Mt 10,40). Por otro lado, al decir “no está contra”, se refiere a aquellos que no son parte de esa unidad total que tienen Él y los suyos, pero que su actuar (en ese punto) no está contra lo que enseña la iglesia. En este caso, expulsar demonios en nombre de Cristo.
- ¿Y cómo se entiende el “está con nosotros”? Para evitar las amenazas contra la unidad que hemos mencionado antes, debemos seguir la explicación de San Agustín (de consensu Evangelistarum, 4, 5):
- Él dice que (cfr.) el verdadero significado es que por un lado, alguien “no está con Cristo”, en aquellas cosas que son contrarias a la enseñanza de Cristo, pero que “sí está con Cristo” en aquellas cosas que son acorde a las enseñanzas de Cristo.
- Por eso, el Maestro les dice llamó la atención a los discípulos diciéndoles que “no se lo prohíban”. Porque ellos estaban prohibiéndole hacer aquello en que sí estaba con Cristo, el expulsar demonios en su nombre. Estaban prohibiéndole obrar en aquello que era según la verdad.
- Más bien, debían reprenderle en aquello que estaba en error, ¿qué cosa? No unirse totalmente a Cristo, no tener plena comunión con Él.
- Termina San Agustín diciendo: “Así es como obra la Iglesia católica, no reprobando en los herejes lo que tienen de común con ella, sino lo que de ella les separa, o bien alguna doctrina que sea contraria a la paz y a la verdad, en lo cual están contra nosotros.”
4. Llamada a la acción:
- Por lo tanto, ¿cómo comportarnos con los que “no están con nosotros”?
- Admitiendo lo que es acorde a la enseñanza de Cristo, es decir: la Sagrada Escritura, la Tradición, el Magisterio de siempre y la sana doctrina.
- En lo que no es acorde a esta enseñanza, llamar a la verdadera unidad y para esto debemos tener claros los verdaderos fundamentos y vínculos de la unidad. Que no son humanos, sino divinos. Para esto les recomiendo leer y meditar el catecismo del punto 813 al 822.
5. Aplicación:
- Probablemente, en nuestra familia, no todos aceptan el evangelio o la doctrina de la iglesia en su totalidad. Usualmente caen en esto los hijos jóvenes, digamos milenials en adelante, ya adoctrinados por la ideología progresista.
- Es común que la división con los padres o el rechazo de la doctrina de la iglesia se den en los siguientes temas: en cuanto a la vida humana (que estén a favor del aborto o la eutanasia), en moral sexual (estando a favor de la mal llamada “Educación Sexual Integral”, por ejemplo) o no estén de acuerdo en la necesidad de los sacramentos. Sin embargo, sí están de acuerdo en la importancia del amor verdadero, en la justicia con los más necesitados y el buscar la perfección personal.
- Si queremos buscar la verdadera unidad, veamos los puntos que son acordes a la doctrina católica, y desde allí partamos. Recordemos que para buscar la unidad de la iglesia o la unidad de la familia, es necesario buscarla “en la verdad”. Comenzando por rezar mucho, especialmente los que estamos llamados a seguir a Cristo más de cerca pidiendo por la iglesia; así como los papás y mamás pidiendo por sus hijos. Sobre todo, hay que buscar tener una vida de gracia, ser realmente “de Cristo” y obrar según su Sagrado Corazón.
Como decía Orígenes: «Donde hay pecados, allí hay desunión, cismas, herejías, discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay unión, de donde resultaba que todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma» (In Ezechielem homilia 9, 1). Pidamos a la Santísima Virgen estar unidos en Cristo, que seamos verdaderamente de Cristo, para que Cristo esté reinando en nuestra familia, en la iglesia y en la sociedad.
6. ¿Quieres leer más?
6.1. Catecismo
811 [La iglesia católica es] «la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica» (LG 8).
813 La Iglesia es una debido a su origen: «(…) un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas» (UR 2). La Iglesia es una debido a su Fundador, [Jesucristo que nos unió con su Cruz en un solo Cuerpo (cfr. GS 78, 3)]. La Iglesia es una debido a su «alma»: «El Espíritu Santo que habita en los creyentes (…) y une a todos en Cristo (…)» (UR 2). Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una.
814 Desde el principio, esta Iglesia una se presenta, no obstante, con una gran diversidad que procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad de las personas que los reciben.
(…) [Sin embargo,] la gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia. [Pero] el pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad.
815 ¿Cuáles son estos vínculos de la unidad?
«Por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3, 14).
[Pero, además de este vínculo de unidad invisible y primero, hay otros tres invisibles:]
— la profesión de una misma fe recibida de los Apóstoles;
— la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;
— la sucesión apostólica por el sacramento del orden (…) (cf UR 2; LG 14; CIC, can. 205).
816 «La única Iglesia de Cristo, […] Nuestro Salvador, después de su resurrección, la entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás apóstoles que la extendieran y la gobernaran […]. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en [«subsistit in»] la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él» (LG 8).
6.2. San Agustín (de consensu Evangelistarum, 4, 5):
- “Así por ejemplo, el hombre que hacía milagros en nombre de Cristo y no era de la compañía de los discípulos, estaba con ellos y no contra ellos en tanto que hacía los milagros, y no estaba con ellos y sí en su contra cuando no se unía a ellos. Pero como le prohibieron que hiciera aquello por lo cual estaba con ellos, les dijo el Señor: «No hay para qué prohibírselo». Lo que debieron prohibirle fue lo que no era de su compañía, porque así le hubieran exhortado a la unidad de la Iglesia, y no aquélla en que estaba con ellos, a saber, la honra que daba a su Señor y maestro expulsando a los demonios. Así es como obra la Iglesia católica, no reprobando en los herejes lo que tienen de común con ella, sino lo que de ella les separa, o bien alguna doctrina que sea contraria a la paz y a la verdad, en lo cual están contra nosotros.”
6.3. Links de consulta:
Catecismo:
https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a9p3_sp.html
Unitatis Redintegratio (San Pablo VI, Decreto sobre el ecumenismo) https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html