Vida del P. Julio Meinvielle

Cuando vamos por un camino de montaña que nos parece difícil por la poca experiencia que tenemos o porque está nublado y no distinguimos el camino, necesitamos guías. Buscamos personas que hayan conocido con más luz ese mismo camino y sepan enfrentarlo como se debe. Este es el padre Julio Meinvielle, una luz que puede ayudarnos en estos tiempos de oscuridad.

Un amigo me pidió que le cuente algo sobre este gran sacerdote, así que trataré de exponer algunos breves puntos de su biografía y de su concepción política, dejando otras fuentes para los que deseen profundizar más:

El padre Julio fue pastor con olor a oveja…  a santo crisma y también mucho olor a libros, yerba mate y tinta. Porque no son excluyentes el amor a la Verdad y el amor al prójimo, ya que es el único Amor a Dios el que nos mueve a profundizar en la verdad como en la entrega pastoral y apostólica.

Ciertamente, todo esto lo tuvo el P. Julio. De lo contrario, no hubiera podido hacer tanto bien sobrenatural a las almas a él encomendadas, incluyendo a los que podemos hoy leer sus libros.

Como dice un testigo: “…fue por sobre todo y ante todo sacerdote. Obró como sacerdote, vivió como sacerdote y murió como sacerdote. Incluso su importante obra escrita… debe verse tan sólo como un capítulo de su alma sacerdotal”. Por eso el padre Carlos Buela considera “que su vida es un semillero de vocaciones a la vida consagrada, en especial, al sacerdocio. [El P. Meinvielle] fue uno de esos sacerdotes que, por vivir serenamente día a día su vocación, como dice [San Juan Pablo II], “con su ejemplo aguijonearán a muchos a acoger en su corazón el carisma de la vocación”[1].

1.        Biografía

El P. Arturo A. Ruiz, IVE, escribió en el 2006 para la revista Diálogo “Padre Julio Meinvielle (1905-1973). Notas biográficas”, en donde ilustra diversas facetas de este gran sacerdote. La información siguiente es sacada de ese artículo.

“Julio Ramón Meinvielle nació en Buenos Aires el 31 de agosto de 1905. Estudió en el entonces Seminario Pontificio de Villa Devoto doctorándose en Filosofía y Teología. Se ordenó sacerdote el 20 de diciembre de 1930.”[2] Con 27 años de vida y dos de sacerdocio, comenzó a ser conocido por sus publicaciones, siendo la primera su “Concepción Católica de la Política”, que comentaremos más adelante.

“No parece haber tenido grandes maestros a los que haya que remontarse en su juventud, a juzgar por lo que él mismo dijo a algunos, de lo cual tenemos entre otros el testimonio de Carlos Sacheri, que citamos a continuación. Ha sido su mente lucidísima que se formó con el Magisterio de la Iglesia y el mismo Santo Tomás, en la lectura directa, asidua e inteligente de sus obras, a través de un descubrimiento y estudio personal con gran rigor y disciplina intelectual y humana.”

Probablemente llegó al estudio de Santo Tomás por ser fiel al Magisterio de la Iglesia que, “con la Aeterni Patris de León XIII (1879) había suscitado en la Iglesia el renacimiento del tomismo, y bajo San Pío X con el Motu propio Doctoris angelici y las “veinticuatro tesis tomistas” (1914) había propuesto la doctrina del Aquinate como “normas seguras directivas” en los estudios católicos[3], y más inmediatamente con la carta apostólica Officiorum omnium[4] y la encíclica Studiorum ducem de Pío XI (29 de junio de 1923), aún siempre dejando una cierta libertad de escuela urgía e insistía en la observancia del Código de Derecho Canónico promulgado en 1917 y que decía, cán. 1366 §2:

«Los estudios de la filosofía racional y de la teología y la instrucción de los alumnos en tales disciplinas sean absolutamente tratados por los profesores según el método, la doctrina y los principios del doctor angélico y éstos sean religiosamente mantenidos»”.

Así, las posiciones que él defendía, basándose en la solidez del Magisterio de la Iglesia y la sana filosofía, son verdaderos estandartes contra las “posiciones del liberalismo individualista o del totalitarismo estatista como el marxismo”. “En el Meinvielle joven y seminarista, que poco conocemos, tiene que haber habido santidad. He aquí el secreto origen de tanto bien y de tanta luz.”

2.       Pastoral

“Acababa de aparecer Concepción Católica de la Política cuando, en 1933, el presbítero Julio Meinvielle fue nombrado párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de la Salud”. Durante la misa de cuerpo presente del P. Julio, un parroquiano contaba cómo fue su llegada a la pobre capilla del Gran Buenos Aires:

“Un lejano día de marzo de 1933, apareció en Versailles, un joven sacerdote con su negra valija en mano, caminando por la calle de tierra de este alejado barrio del oeste, preguntando a los vecinos por la calle Marcos Sastre y Bruselas. Alguien lo acompañó hasta allí, pero no hay nadie, todo está cerrado. Ροr fin, un feligrés se acerca, abre la puerta de una muy pequeña piecita, le muestra la humilde capilla vacía y le dice: ¡esto es todo! Esa fue la entrada triunfal del primer párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Salud (….) No se podría pensar un minuto siquiera, que un sacerdote del temple y del corazón del Padre Julio se desanimara ante tanta pobreza y tanta soledad. Era un auténtico misionero de Cristo, su fe era sólida fe de quien conocía a fondo el Evangelio y su deseo era llevar la buena nueva al barrio que le habían destinado sus superiores. Comenzó entonces lo que sería una obra titánica, como sólo pueden llevar a cabo los que tienen fuego de Dios en el alma”.[5]

El P. Meinvielle es un verdadero ejemplo de evangelización de la cultura y “nueva evangelización”. No porque haya hecho cosas novedosas que rompían con lo tradicional; sino justamente por lo contrario, renovar la pastoral fundándola sobre la tradición y el magisterio, “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”[6].

Fundó un templo que hizo exclamar al Cardenal Copello “¡Esto nο es una Iglesia, esto es una Catedral!”[7]. Y sigue el P. Arturo Ruiz enumerando sus obras de celo apostólico: «Fundó las Conferencias Vicentinas “para seguir el lema: pobre entre los pobres, ayudemos a los más necesitados[8], el Círculo Católico de Obreros, donde “forma en profundidad a los hombres que ansían trabajar en la vida sindical, dentro de una concepción católica de la economía”[9]. En 1934, año señalado y bendito en la historia argentina por el extraordinario evento del Congreso Eucarístico de Buenos Aires, creó las ramas de la Acción Católica e intervino en la organización de la Acción Católica argentina, y fundó el primer centro de la Juventud Obrera Católica (JOC) “que trae una savia nueva al tronco siempre florecido de la Iglesia”[10]. “Su predilección fueron los jóvenes”[11], y así fruto de su infatigable iniciativa apostólica, a partir de los campamentos juveniles parroquiales, fundó–con otros contemporáneos- la Unión de Scouts Católicos Argentinos (USCA)[12]

“También fundó el Ateneo Popular de Versalles. Fue el responsable, directa o indirectamente, de centros recreativos, una escuela primaria y un campo de deportes.”

“La generosidad entregada de un verdadero padre se plasmó en lo que gráficamente llamara “pastoral de la puerta abierta”, recibiendo y atendiendo siempre a todos, lo que le permitió el trabajo espiritual de edificar las almas en la santidad con la guía y consejo espiritual.»

«En donde fuera párroco – Parroquia de Nuestra Señora de la Salud, Versailles- promovió de manera intensa la vida espiritual de sus fieles, sin descuidar lo temporal. Desarrolló allí lo que él llamaba “la pastoral de las puertas abiertas”. Todo el mundo podía entrar en su casa a cualquier hora prudente, no había “sancta sanctοrum”, es decir, lugares vedados. En más de una oportunidad nos repetía: “en la doctrina: hay que enseñar fielmente la de Nuestro Señor Jesucristo, sin ceder ni un ápice; en el apostolado: hay que ser lo más abierto posible, porque por todos murió Cristo en la Cruz”».[13]

«La gran virtud del padre Julio fue siempre y en todo momento, su humildad, su gran humildad. Versailles no conoció a fondo al ilustre filósofo, ni tampoco al teólogo tomista, certero en sus juicios y lúcido en sus libros. Tampoco conoció a fondo al periodista de estilo claro y de polémica incesante y aguda. Ni al político combativo de todas las horas. Ni al profesor erudito, ni al conferenciante aplaudido. La parroquia de Versailles, sí conoció y conoció mucho al sacerdote para toda la eternidad, al sacerdote piadoso, al sacerdote que amando a los pobres, amaba a sus hermanos en Cristo; al sacerdote que nunca cobró un bautismo o un casamiento; al sacerdote que siempre tenía una palabra justa y un consejo sanο.»[14]

3.        Apostolado intelectual

El P. Julio era sacerdote humilde, que buscó el mayor bien para su grey, fundándola en la mayor verdad a la luz de la fe. Es así como juzgaba la historia, bajo la luz de la Providencia. Dice el P. Carlos Buela que para Meinvielle:

“… la Iglesia y el mundo están en definitiva gobernados por Dios. La Providencia permite el mal en vista de un mayor bien y, sobre todo, del bien de los elegidos. La historia tiene su razón de ser a causa de Jesucristo y de su Cuerpo Místico. Por esto, el momento presente de la Iglesia y del mundo hay que mirarlo con ojos sobrenaturales”[15]. No era sino esta mirada contemplativa, fraguada en la oración, lo que le permitía discernir con claridad: “Lo esencial es nuestra adhesión a Jesucristo. A Jesucristo el de siempre. Que no es ni pre-conciliar ni post-conciliar. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Heb. 13, 8)”[16].[17]

Es amplia su labor crítica en contra el liberalismo cristiano del “Humanismo integral” de Maritain y su distinción entre individuo y persona. Largas cartas con el mismo Jacques Maritain y el R. P. Garrigou-Lagrange, O.P, dan como resultado su  Crítica a la concepción de Maritain sobre la persona humana, obra maestra y definitiva que mucho debe a Charles De Koninck en “In Defence of Saint Thomas: A Reply to Father Eschmann’s Attack on the Primacy of the Common Good” .

“Desde entonces y hasta su fin Meinvielle continuará siempre en el apostolado intelectual y doctrinal, de modo particular en el campo político, defendiendo la Cristiandad auténtica.” Así el P. Meinvielle fue un incansable apostol y propulsor del tomismo en Argentina colaborando en diversas revistas y dando muchas conferencias.

«No puedo dejar de consignar algunas enseñanzas que el Padre repetía con respecto a Santo Tomás y que tanto bien me hicieron: “La sola lectura de Santo Tomás forma la inteligencia y le da estructura”, decía, pero también: “El error de muchos consiste en creer que con una sola lectura ya entienden a Santo Tomás y no es así”. Al tratado “De Deo Uno” le asignaba especial realce “porque es el paso a la trascendencia”.[18]»

«Fue uno de los fundadores, el 9 de noviembre de 1948, de la Sociedad Tomista Argentina (STA) de cuya primera junta directiva fue Secretario General[19]. Siente fuertemente la exigencia de un tomismo vivo, no esclerosado en el estéril escolasticismo esencialista y de manual, sino capaz de dar las respuestas con el Aquinate a las cuestiones de los tiempos modernos:

“El sector tradicionalista del clero se ha mantenido sano en su formación cultural pero sin vigor para tomar una posición frente a la cultura moderna. Al nο poseer una formación cultural fuerte y que se defina frente a la cultura moderna, ha estado en posición paralizante. De aquí que haya carecido, salvo contadas excepciones, de eficacia para influir culturalmente…”[20] Por ello es triple la tarea a realizar: “Ya no puede caber un tomismo vulgarizado, de manual. Hay que conocer en sus fuentes la filosofía de Santo Tomás, conocer los vastos sectores de la ciencia moderna y aplicar aquel saber filosófico a iluminar esta ciencia que crece incesantemente… Ahora se hace necesario beber el tomismo directamente en el mismo Santo Tomás[21]

«En 1949 participó con “El problema de la persona y la ciudad”[22], en el extraordinario evento del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Argentina, en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, abierto en la sesión inaugural por el discurso del entonces ministro nacional de Educación, Oscar Ivanissevich, y cerrado en la sesión de clausura por la conferencia del Presidente Perón, y del que participaran las más importantes personalidades del quehacer filosófico a nivel nacional y mundial, como Cornelio Fabro, Angel González Álvarez, Gabriel Marcel, Charles de Koninck, Gastón Berger, Hans Georg Gadamer, Donald Brinkman, Nicolai Hartmann, Nimio de Anquin, Octavio N. Derisi, Nicola Abbagnano, Ugo Spirito, Antonio Millán Puelles, Maurice Blondel, Benedetto Croce, Karl Jaspers, Julián Marías, Ismael Quiles, Alberto Wagner de Reyna, Réginald Garrigou-Lagrange, Bertrand Russell, Víctor García Hoz, Leopoldo Eulogio Palacios, César E. Pico, Julio E. Soler Miralles, Michele Federico Sciacca, y tantos otros.»

4.       Contra el progresismo

Al mismo tiempo el padre Meinvielle no pierde de ojo la situación de la Iglesia, y con amor y celo de Buen Pastor y no siendo como “perro mudo”. Será, contra la corriente, de los primeros y más certeros y clarividentes en discernir, así como la persistencia perniciosa del maritainismo, los errores de Teilhard, de Rahner, Congar, Chenu, Ducocq, Schillebeeckx, y otros. Va siguiendo paso a paso el Magisterio de los Papas y el Concilio, de modo particular en lo que hace a la misión evangelizadora del mundo y sobre todo del mundo social y político contemporáneo, en la situación terminal fruto del proceso secular de la Revolución inmanentista anticristiana. Así, por un lado comenta y enseña los documentos magisteriales con su recta interpretación:

“A nosotros sólo nos corresponde la fidelidad más estricta al magisterio augusto de la Cátedra de Pedro”[23], y también: “El católico no se ha de dejar acomplejar (por el progresismo) sino que ha de mantener su fidelidad al magisterio de la Cátedra rοmana, porque ésta es la condición de la fidelidad auténtica a la fe de Cristo”[24]. Hace el elogio y ponderación del Magisterio de los Pontífices. Pareciera componer un himno cuando recuerda las grandes encíclicas católicas[25], por la importancia que les daba, por ejemplo, la “Mater et Magistra”[26], la “Pacem in terris”[27], la “Ecclesiam suam”[28], la “Populorum progressio”[29] ¡Cuántas veces le hemos oído decir: “En la doctrina, hay que seguir al Papa; en la vida, a los santos”[30].[31]

Como en el acontecer político, su conocer de lo contingente por las causas con aguda previsión de la prudencia también se daba en la política eclesiástica, con gran manejo de información para su observación y lectura del acontecer concreto. Solía dar conferencias sobre temas y errores apenas surgidos en el viejo mundo, y así cuando eso llegaba al país, Meinvielle ya había hablado y muchas veces prevenido o “vacunado” a quien lo escuchaba. Era habitual que cuando decía en una conferencia que algo estaba por pasar, normalmente eso ocurría poco después. Una vez le comentaron lo bueno que era Wiszinsky, el gran cardenal de la Polonia bajo el yugo marxista. “Sin embargo, contestó Meinvielle, mejor aún es el segundo de él, Wojtyla”. Nadie entendió este nombre, ni de dónde sacó el dato, hasta que Wojtyla cinco años después de muerto el padre Julio, se asomara al balcón de San Pedro in Vaticano con la investidura del sucesor de Pedro, como el “Papa venuto da lontano”. Quizás, dicen las fuentes[32], habría sabido de Wojtyla por su amigo monseñor Derisi, que como obispo que era, se sentaba en los encuentros de la Sociedad Internacional tomista junto al también obispo Wojtyla.

            Contra la fuerza de la corriente y de la moda impuesta por la publicidad mediática progresista, fue de los primeros que vio con lucidez y salió a denunciar con valentía y vigor en sus escritos, con análisis certero y profundo juicio, el evolucionismo inmanentista de fondo monista gnóstico que estructura el pensamiento teológico de Karl Rahner, su “método antropológico trascendental”, su “Cristología desde abajo”, su “existencial sobrenatural”. Amén de varios artículos, como “La encarnación en Rahner” (en Jauja, julio de 1969), “La predicación misionera en la Iglesia desalentada en Karl Rahner”[33], consciente plenamente de la gravedad del peligro en la teología y en sus consecuencias[34], y en la necesidad que un experto en la filosofía moderna deschavase el fundamento inmanentista y el falso tomismo del alemán, escribió y se preocupó por interesar a Cornelio Fabro diciendo –como ya citamos más arriba- que “cuando Fabro escriba sobre Rahner, se acabó Rahner”. Y efectivamente el gran pensador italiano escribió La aventura de la Teología progresista y, más específicamente, La svolta antropologica di Karl Rhaner[35], crítica definitiva sobre el fundamento filosófico de su sistema, nunca contestada por el jesuíta teólogo de Innsbruck[36]. Meinvielle preparaba, por el tiempo de su muerte, un libro sobre Rahner, que ha quedado inédito[37].

            El estudio, análisis, descripción, discernimiento y denuncia del fenómeno del Progresismo llega en él a su madurez en la obra en que descubre la raíz y matriz gnóstica e inmanentista de ese “humo de Satanás penetrado en la Iglesia”: la gnosis monista-panteísta de la Cábala judaica que a través del proceso de inmanentización de las filosofías modernas, la revolución anticristiana y las ideologías ha penetrado en muchos teólogos católicos, como Teilhard, Rahner, Schillebeeckx, etc.: De la Cábala al progresismo, (1970)[38].

Comenta el P. Buela: «Su profundo sentido de la realidad de las cosas y respeto por las esencias hace que distinga, denuncie y refute los principales errores progresistas. Estos errores lo llevan a decir: “que está en movimiento y gestación dentro de la Iglesia Católica Romana una nueva religión, sustancialmente diversa de la que dejó Cristo, y que adquieren los caracteres de una gnosis pagana y cabalística perfectamente configurada[39][40]

«Del Padre Julio Meinvielle, viene a la mente lo que decía Gilbert Keith Chesterton sobre Santo Tomás de Aquino: “pensaba pugnativamente…(lo cual) no quiere decir amarga o despectivamente, sin caridad, sino combativamente”. Al igual que Santo Tomás, de quien se sabía deudor, el Padre Julio pensaba pugnativamente, como a todas luces es evidente. (El talentoso Cornelio Fabro admiraba su “vis” polémica). Sostiene Ramiro de Maetzu que: “La cultura es polémica. No sé de ninguna obra ni de ninguna vida que haya marcado huella en la historia de la cultura que no haya sido obra y vida de polémicas”. Solía decir el Padre Julio: “Luchar es una gracia”.»[41]

Sigue el P. Buela: «Le oí decir una vez: “¡Aunque el Anticristo me aplaste la cabeza, con el último aliento de mi vida quiero confesar a Cristo!” Luchó con denuedo, sin dar ni pedir cuartel, contra los enemigos de Dios, de Cristo, de la Iglesia, de la Cristiandad, que desde el comienzo del cristianismo -pero con más intensidad desde hace cinco siglos- están llevando al mundo a la apostasía, denunciando documentadamente la infiltración de los mismos incluso dentro de la Iglesia con una clarividencia que no he conocido en ningún otro. No fue, por tanto, un “pastor mercenario” (cf. Jo. 10,12), ni “perro mudo” (cf. Is. 56,10)».[42]

5.       Sacerdocio, la Virgen y los pobres

            El vivió siempre como entusiasta enamorado del sacerdocio católico, y lo vivió en alegre y fecunda plenitud; su amor y su defensa fueron parte de su batallar contra el progresismo secularizante de la vida, misión y esencia del sacerdote.

Desde el púlpito era el trovador que cantaba las proezas de Dios y era el profeta que fustigaba, al mismo tiempo, a los enemigos de Dios, proclamando verdades de a puño. “…el Sacerdocio Católico es eminentemente sobrenatural… Esta idea,…, que es elemental en la doctrina cristiana, sabéis que hoy es gravemente alterada. Alterada no solamente entre nosotros, sino alterada en toda la Iglesia Universal, porque no faltan herejes, encumbrados en altos puestos, aun dentro de la Iglesia, que nos quieren dar otra imagen del sacerdocio, una imagen distinta de aquella que nos dejó Cristo”.[43]

            Sin duda, el centro vital de su vida fue la Santa Misa cotidiana:

“El primer acto sacerdotal es el sacrificio. En este caso el sacrificio de la Misa, pues no hay sacerdocio sin sacrificio. Sólo cuando hay sacrificio hay sacerdocio, y lo que constituye al Sacerdocio Católico es, primariamente, que oficia la Santa Misa, o sea el sacrificio de la Cruz de Cristo renovado en nuestros altares”[44]. Por eso, consciente de que se conmemora y hace presente en cada Eucaristía, celebraba diariamente, con fe y devoción, la Santa Misa.[45]

Recuerda el P. Buela: «Era un gusto participar de la Santa Misa que cotidianamente celebraba con tanta piedad, cοn un tono uniforme -se puede decir que “semitonaba” la Misa- lo que le daba un profundo clima de unción. Visiblemente se podía apreciar que estaba “realizando algo sagrado”. Entendía que con la Misa se hacen milagros. La última vez que conversamos, antes del accidente que le costara la vida, le pedí consejo para ver qué camino deba seguir ya que me encontraba frente a una disyuntiva y no sabía cuál fuese la voluntad de Dios; luego de estar sopesando durante un rato los pro y los contras de ambas posibilidades y sin poder inclinarse por ninguna de las dos, me dijo: “Ofrece las Misas que tengas libres para saber cuál es la voluntad de Dios”. Confiaba ciegamente en la virtualidad del Sacrificio.»[46]

«Sin duda, a la Santísima Virgen cual hijo fiel se confiaba y encomendaba siempre, en lo pequeño y cotidiano y en lo grande, cierto de su protección y cuidado maternal, y de su mediación triunfal para el reinado de Cristo en las almas y en las naciones. La sabía, amaba, honraba y suplicaba como la Mujer invicta y vencedora de Génesis 3, 15 y Apocalipsis 12, la Señora de la Victoria y del Rosario de Lepanto y de todas las batallas de la Cristiandad.

Nos solía decir: “Queridos, hay que rezar el Rosario entero: los quince misterios”. Y él lo hacía. Era un placer verlo rezar paseando por la vereda de la calle Independencia al 1100, con las manos juntas atrás y colgando de ellas el Rosario, con la cabeza erguida y desafiante, como golpeando el suelo al caminar. (…)»

«Toda su vida, sin ningún alarde ni proclama demagógica, vivió efectivamente la “opción preferencial por los pobres”, o, en lenguaje más evangélico, el amor de Cristo en sus pobres.

Su generosidad era proverbial: no había necesitado que se retirase con las manos vacías. Una de las primeras cosas que hacía a la mañana era ordenar sobre un alargue de su escritorio montoncitos de monedas para los pobres que venían a pedirle ayuda. Algunos de más confianza tomaban la limosna ellos mismo. Hasta esto era “jerárquico” porque no a todos daba lo mismo. En una ocasión en la que él había salido momentáneamente de su pieza un pobre se asomó a la puerta: yo le di un montoncito de monedas pero el pobre ni se movió. Cuando regresó el Padre le conté lo sucedido y con su risa característica me dijo: “Lo que pasa es que éste es un pobre de categoría”. Y le dio un billete.»

Era conocida además la ayuda que daba a los sacerdotes que iban a estudiar a Europa.

6.       El tiempo

Ese “ordenar la vida según la voluntad de Dios”[47], en orden a dar lo más y mejor de sí para el trabajo en la viña del Señor, lo llevó a una gran disciplina y austeridad personal de vida. Comenta el P. Carlos Buela:

«Meinvielle era disciplinado. Administraba su tiempo y sus fuerzas prudentemente. Organizaba racionalmente sus actividades, llevando una vida metódica, vivida con intensidad, sin perderse en banalidades. (…) Este aprovechamiento del tiempo, sin perder un minuto, era en él una ascesis y ayuda a explicarnos la prodigiosa actividad que desarrollaba. Era una ascesis cristiana porque nacía de la enseñanza del Apóstol que invita a aprovechar “lo mejor posible el tiempo presente” (Col.4, 5) y, además porque estaba subordinada a la caridad ya que no dudaba en dejar de escribir un libro, o de rezar el breviario o el rosario, o interrumpía una conversación con una persona importante, para dar una limosna a los pobres, para responder alguna pregunta de cualquiera que solicitase algo, para contestar el teléfono. Nunca se negaba a recibir, a conversar con quien fuese. (…) No veía televisión, ni cine, ni escuchaba radio salvo excepciones. El teléfono lo usaba abundantemente, pero era breve. Leía los diarios, un matutino y un vespertino, pero en la lectura demoraba unos pocos minutos. ¿De dónde obtenía entonces la profusa información que poseía? Creo que de la gran cantidad de personas importantes que lo visitaban y de la abundante correspondencia que recibía.

Temprano se acostaba y temprano se levantaba. Generalmente era a la mañana cuando escribía en su escritorio. La correspondencia la contestaba casi siempre el mismo día que la recibía, con pocas pero esenciales líneas[48].

Hacia el mediodía, cuando ya llevaba casi cinco hοras de trabajo, almorzaba frugalmente y luego hacía la siesta. A las 13.30 horas ya estaba nuevamente trabajando.

También era mortificado en el dormir y en el comer. Por ejemplo, en la parroquia de Versailles durmió durante años bajo la máquina de cine, sobre cojines y también sobre el suelo. Hacía ayunos de uno, tres, ocho días, y llegó a hacer unο de cuarenta días; él lo llamaba “dieta”. Hay muchos testigos de lo que digo.[49]

No conozco otro sacerdote que se haya ocupado tanto y tan ordenadamente -es decir con la debida subordinación- de los problemas económicos, sociales y políticos a la luz del Evangelio de Cristo y de la Doctrina Social de la Iglesia, como el P. Meinvielle. Hizo de ello un apostolado y no un motivo -y menos aún una excusa- para mundanizarse; “estaba en el mundo pero no era del mundo” (Jo. 17, 15), o, para mejor decir, por la fe que tenía, “el mundo no era digno de él” (Hebr. 11, 38). Hasta el cansancio, pοr activa y por pasiva, gritó que el gran problema del mundo moderno, “que muere por laicista y por ateο”[50], radica en que busca primero la añadidura, lo temporal, y así se queda sin lo eterno e incluso acaba por perder lo temporal.[51]»

7.       Su eternidad

Falleció el 2 de agosto de 1973 víctima de un accidente en la avenida Nueve de Julio.

El último mes de su vida, que lo pasó postrado en cama, como consecuencia de las muchas fracturas que sufrió al ser atropellado por un auto, sin poder mover más que el antebrazo derecho, se lo pasó desgranando las cuentas del Santo Rosario.[52]

            Una gran multitud de fieles y un nutrido cortejo de amigos, discípulos e intelectuales lo despidieron. No sólo se velaba al párroco de Versalles, sino, en expresión de Castellani, al “párroco del País”[53]. A pesar de haber tenido más de un «enemigo» entre el clero local, una enorme cantidad de sacerdotes y religiosos de Buenos Aires y de las diócesis vecinas desfilaron por la capilla ardiente, incluidos el cardenal arzobispo de Buenos Aires y hasta uno de los líderes de los sacerdotes tercermundistas -de aquel progresismo marxistoide tan nefasto para el país y denunciado por el ilustre difunto-, el P. Carlos Mujica, su antiguo alumno[54].

El P. Carlos Buela cuenta lo siguiente: «En su velatorio una persona distinguida, cuyo nombre no recuerdo, me comentó un suceso en el cual se ve el gran respeto que tenía por la conciencia y libertad de los demás; frecuentaba este señor, cuando jovencito, el Grupo de la “Suma” cuando, por diversas circunstancias, dejó de creer en Cristo. Como al lado del Padre Julio, entre otras cosas, lo que se aprendía era la autenticidad, se creyó en la obligación de decírselo al Padre, a pesar de que esperaba una reacción tumultuosa. En contra de lo esperado, el Padre le dijo: “Voy a rezar por vos”. Bien sabía que la voluntad humana sólo se tuerce con la oración y que el acto de fe es una gracia que no la da “ni la carne, ni la sangre sino el Padre que está en los cielos” (Mt. 16, 17).»[55]

            En el atrio del templo de Nuestra Señora de la Salud, la tierra patria guarda en suelo sacro los despojos del pensador y combatiente de la Cristiandad de los peregrinos, mientras su alma pertenece ya a la Jerusalén del Cielo, la eterna, por cuyo amor enseñó a ordenar la terrena, hacia la cual la historia se encamina en progreso o retroceso de los hombres, las sociedades y las civilizaciones, en Cristiandad o en persecución, en paz ordenada o bajo el caos revolucionario, por obra de la Iglesia que peregrina “entre las persecuciones de los hombres y los consuelos de Dios”[56]. Testimonia su epitafio: “Amó la Verdad” (cf. 2 Tes. 2, 10), como el eco de las palabras que en la inhumación dijera el discípulo –luego mártir- Carlos Sacheri, aquél 4 de agosto de 1973[57], recordando a San Agustín: “la mayor caridad es la Verdad”[58]. El Padre Julio nos la sigue enseñando, nos sigue enseñando a amarla, nos sigue dando ejemplo, vive en la Eternidad.

Para él, la Verdad era Cristo (cf. Jn 14, 6) y toda otra verdad era reflejo de la misma, por eso la amaba “con pasión desapasionada y con salvaje temeridad”. Toda su obra testimonia lo que digo. Bien mereció que en su epitafio se pusiese: “Amó la Verdad” (Cf. 2 Tes. 2, 10).[59]

Sobre su sepulcro se grabó: “Amó la Verdad” (Cf. 2 Tes. 2, 10) porque lo vivió en el más estricto sentido de la palabra. Amó la verdad reflejada en cada partícula del universo por ser una chispa de la infinita Verdad, que es Dios. Amó la verdad y por ello estudiaba los problemas, incluso temporales, para lograr las soluciones que nos llevasen a un mundo mejor para nuestra Patria y para toda la humanidad doliente y angustiada, sabía que “la verdad es la primera y fundamental condición de la renovación social” (Juan Pablo II, 19/6/83). Amó la verdad enseñada por la Iglesia Católica: “¡Sine illa peritur!”, recordó Juan Pablo I. Amó a Jesucristo, la Verdad, y por amor a la Verdad arguyó contra “los murmuradores, querellosos, que viven según sus pasiones, cuya boca habla con soberbia, que por interés fingen admirar a las personas” (Jud. 16), buscando su salvación “arrancándolos del fuego” (Jud. 22) al refutar sus errores para que no disminuyan a Jesucristo, que es el Único que tiene “palabras de vida eterna” (Jn. 6, 68).[60]


[1] L´Osservatore Romano, nº 586, pág. 10

[2] Datos escuetos en la solapa de Crítica de la concepción de Maritain sobre la persona humana, Ed. Epheta, Bs.As 1993.

[3] Congregación de los Estudios, declaración del 7 de marzo 1916, AAS 8 (1916) 157; cf. BENEDICTO XV, carta Quod de fovenda del 19 de marzo 1917 al superior general de los jesuítas W. Ledóchowski, Acta Romana S.I. 9 (1927) 318s.; ZKTh 42 (1918) 206 (cf. DSH com. introd. al Decr. S. CGR. Studiorum, 27 Iul. 1914).

[4] 1 de agosto de 1922, AAS 14 (1922) 449-459.

[5] De: Á. TACCHELA “Palabras de un feligrés”, pronunciadas por el Sr. al finalizar la Misa de cuerpo presente en la Parroquia, en C. BUELA, O. C., 65.

[6] Alocución del 9 de marzo de 1983 a la asamblea del CELAM, Port-au-Prince, Haití.

[7] C. Buela, “Perfil sacerdotal…” 18.

[8] Á. Tacchela “Palabras de un feligrés” 65.

[9] Á. Tacchela “Palabras de un feligrés” 65.

[10] Á. Tacchela “Palabras de un feligrés” 66.

[11] Á. Tacchela “Palabras de un feligrés” 66.

[12] El Padre Julio Meinvielle empieza a organizar campamentos de jóvenes en su parroquia, ejemplo que siguen otros sacerdotes católicos. Todos esos esfuerzos se aúnan el 7 de abril de 1937 cuando el cardenal Copello, entonces obispo primado de la Argentina reconoce la Creación de la Unión Scouts Católicos Argentinos, siendo su presidente el Gral. Ezequiel Pereyra, sus vices el contralmirante Osvaldo Repetto y el Dr. Ernesto Padilla (h), secretario el padre Julio Meinvielle y prosecretario el Dr. Alfonso Rafaelli.» (Historia del Scoutismo en Argentina). Se puede leer con provecho y edificación el libro de Fabián González Arbas, Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación no. 1 Ntra. Sra. de La Salud, Buenos Aires 2001.

[13] C. Buela, “Perfil sacerdotal…” 18.

[14] Á. Tacchela “Palabras de un feligrés” 66.

[15] El progresismo cristiano, 134.

[16] Id.

[17] C. Buela, “Riqueza multiforme de una vida sacerdotal” en o. c., 54.

[18] C. Buela, “Perfil sacerdotal…”13.

[19] La primera junta directiva la formaban el jurista Tomás Casares como presidente, el entonces canónigo Octavio Nicolás Derisi y el filósofo Nimio de Anquín como vicepresidentes, y el presbítero Julio Meinvielle como secretario.

[20] Desintegración de la Argentina y una falsa integración, conferencia en la Ciudad de Córdoba, 1° de diciembre de 1972, pág. 4.

[21]  Estudios teológicos y filosóficos, Año I, Tomo I, n° 1, Estudio dominicano, Buenos Aires, 1959, pág. 98. Ambos textos cit. por C. Buela, “Riqueza multiforme…” 56.

[22] Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Argentina, Marzo-Abril 1949, sección Filosofía del derecho y la política, XI, 1898- 1907.

[23] Conceptos fundamentales de Economía, Eudeba, Bs. As. 1973, p. 155.

[24] Un progresismo vergonzante, Cruz y Fierro, Bs. As., 1967, p. 43.

[25] Ver por ejemplo, La Iglesia y el Mundo Moderno, Theoría, Bs. As. 1966, 265-275.

[26] Apéndice de su libro El Comunismo en la Revolución anticristiana; 2° ed., Theoría, Bs. As. 1964. (Hay 3° ed., Cruz y Fierro, Bs. As. 1974, que no incluye ese apéndice).

[27] Pacem in terris. Prólogos y comentarios del P. Julio Meinvielle, Ed. Dalia, Bs. As. 1963.

[28] La Ecclesiam suam y el progresismo cristiano, Nuevo Orden, Bs. As. 1964.

[29] En Presencia en la hora actual, Cruz y Fierro, Bs. As. 1967, pp. 46-48.

[30] Cf. La política actual en torno a la idea de Cristiandad, Patria Grande, Bs. As. 1972.

[31] C. Buela, “Perfil sacerdotal…”; cf. El progresismo cristiano, pág. 56, cit. por C. Buela, “Riqueza multiforme…” 14.

[32] Se cuenta como oído relatar al padre Carlos Buela, quien fuera el interlocutor en ese diálogo.

[33] En La Iglesia y el mundo moderno, Buenos Aires 1966, 143s. Es conocido, a modo de ejemplo de las consecuencias pastorales de la teología progresista, el influjo nefasto que para las misiones tuvo el relativismo de su “cristianismo anónimo” y su “existencial sobrenatural”.

[34] C. Fabro lo calificaría en la “Presentación” de La svolta antropologica como el “teólogo católico más leído y seguido por las jóvenes generaciones de la teología católica de esta época post-conciliar” (ed. esp. Buenos Aires 1981, p. 7).

[35] Publicada en español con traducción de Stella Maris Vázquez, El viraje antropológico de Karl Rahner, CIAFIC, Buenos Aires 1981.

[36] Fabro reta a una definición a la ambigüedad teológica de Rahner, quien disimula y disfraza siempre sus análisis y críticas disolvente en una pretendida y contradictoria exposición de la doctrina de la Iglesia, como en una pretensión de tomismo: “he aquí una buena ocasión para que no se zafe con respuestas evasivas, sino que considere seriamente las objeciones precisas sobre su “caso serio” (El viraje antropológico, ed. esp. cit., 8s.). Y la ambigüedad perdura hasta hoy, en que a pesar de multiplicarse los estudios críticos, sigue en una cierta vigencia, sin pronunciamiento de la jerarquía.

[37] C. Sacheri, “R. P. Julio Meinvielle” 64; cf. C. Buela, “Perfil sacerdotal…” nota 29.

[38] Reeditado por Ediciones Epheta, Buenos Aires 1994; publicado en francés: De la Cabale au Progressisme, 369 págs.; en italiano: Influsso dello gnosticismo ebraico in ambiente cristiano, Roma 1988; Dalla Cabala al progressismo, Roma 1989. 2ª ed. italiana integrata fuori commercio, a cura di E. Innocenti, Roma 1995.

[39] J. Meinvielle, De la Cábala al Progresismo, Calchaquí, Salta 1970, 325, subrayado por el A.

[40] C. Buela, “Julio Meinvielle y las esencias”, en Verbo, nº 185, Agosto, 1978; y en C. Buela, o. c.,36.

[41] C. Buela, Prólogo a J. Meinvielle, El Progresismo cristiano, Cruz y Fierro, Buenos Aires 1983; publicado también en C. Buela, Padre Julio Meinvielle 47.

[42] C. Buela, “Perfil sacerdotal…” 8.

[43] J. Meinvielle, El progresismo cristiano, Buenos Aires, 1983, 96. Cit. aquí en texto de C. Buela, “Riqueza multiforme de una vida sacerdotal” 53.

[44] J. Meinvielle, El progresismo cristiano 95.

[45] C. Buela, “Riqueza multiforme de una vida sacerdotal” 53.

[46] C. Buela, “Perfil sacerdotal…” 10.

[47] San Ignacio, Ejercicios Espirituales [1].

[48] A modo de típico ejemplo, he aquí su respuesta epistolar a una pregunta que desde el Seminario de Rosario le hiciera con respecto al problema de la realidad e integridad del cuerpo resucitado de Nuestro Señor Jesucristo:

Buenos Aires, mayo 16.70. Querido Carlos Buela: Todo este asunto está estudiado por Santo Tomás en III, 54, 3. El asunto es de fe. Cristo ha resucitado con un cuerpo íntegro y palpable, Lc 24, 39; Spiritus carnem et ossa non habet, sicut me videtis habere. Y la negación de la integridad del cuerpo glorioso constituye la herejía de Eutiches. Este asunto lo puedes estudiar en la parte pertinente de la dogmática;. También puedes leer en el “Dict. De Théol. Catholique”; -corps glorieux  -Eutyches. Vale. Firma.

[49] C. Buela, “Perfil sacerdotal…”17.

[50] De Lamennais a Maritain, Theoria, Bs. As. 1967, 9.

[51] C. Buela, “Perfil sacerdotal…”9.

[52] C. Buela, “Perfil sacerdotal…”10.

[53] Cit., como oído en una conferencia, por C. Buela, “Julio Meinvielle y las esencias” 40, y en “Un hombre metódico” en o. c. ed. on line.

[54] Cf. sitio web de “tomistas”.

[55] C. Buela, “El Padre Julio: un alma grande”27.

[56] S. Agustín, De Civitate Dei 18, 51, cit. en Conc. Vaticano II, Lumen gentium 8.

[57] Actualmente memoria de San Juan María Vianney, patrono de los párrocos.

[58] “R. P. Julio Meinvielle” 61.

[59] C. Buela, “El Padre Julio: un alma grande”25.

[60] C. Buela, Prólogo a J. Meinvielle, El Progresismo cristiano, Buenos Aires, 1983, VII.