¡Feliz día de San Martín de Porres!
Como sabemos, nuestro santo tenía una caridad exquisita, una caridad sin ningún complejo, ya que brotaba de darse cuenta de la Realidad. Esta virtud lo caracterizaba tanto, que lo llamaban «Martín de la caridad».
Sin embargo, caridad y humildad van siempre unidas. Porque nadie puede obrar bien si no está habituado a «andar en verdad», como Santa Teresa definía a la humildad.
¡La verdad es siempre requisito para el bien!
Por esta razón es que San Martín podía practicar la caridad con una prudencia y delicadeza únicas según las circunstancias.
Por ejemplo, para algunas personas de la Lima virreinal que habian caído en pobreza, esto era ya muy humillante.
Fray Martín quería ayudarlos, pero se daba cuenta también que el recibir una limosna por parte de un fraile mulato, hubiera sido una humillación más grande. Por ello es que pedía a Juan Vasquez, que sea él quien alcance en secreto la limosna sus queridos «pobres vergonzantes».
Así lo narra el P. Iraburu en «Hechos de los apóstoles de América» (p. 160):
«La agitada y alegre Ciudad de los Reyes hacía y deshacía muchas fortunas, y en aquel pequeño mundo abigarrado y revuelto se daba con bastante frecuencia la especie de los «pobres vergonzantes» (tenían vergüenza de ser pobres y se les ayudaba en secreto), viudas y huérfanos de españoles, descendientes de encomenderos que ya no tenían encomienda, hijos arruinados de antiguos conquistadores, mercaderes peninsulares en quiebra, clérigos pobres, emigrantes sin fortuna.
A todos éstos, que antes hubieran muerto que pedir, por aquel sentido del honor de la época, era preciso ayudarles en secreto. Para ello fray Martín elaboró una lista con la ayuda de su fiel ayudante Juan Vázquez.
Y como para aquellos pobres tan dignos sería un deshonor verse socorridos por un pobre fraile mulato, Juan Vázquez era el encargado de hacer las visitas correspondientes, según él mismo lo cuenta:
«Ocupóme [fray Martín] en primera instancia en dar a ciento sesenta pobres cuatrocientos pesos, que se repartían entre ellos de limosnas, los cuales buscaba Fray Martín, los martes y miércoles, porque el jueves y viernes lo que buscaba era para clérigos pobres; porque las limosnas que juntaba el sábado se aplicaban a las ánimas».»
Pidamos a San Martín que nos consiga la limosna divina de la virtud de la humildad. Qué así podamos andar en verdad y practicar la caridad con una exquisita dulzura basada en la realidad concreta que nos toca vivir.
Aquí puedes bajar el libro del P. Iraburu: