Mc (10,46-52): Los milagros obrados por Cristo en los evangelios, tenían como objetivo corroborar su divinidad y aumentar la fe. Esta es la misma fe que se conserva aún en la iglesia. Sin embargo, dice San Agustín, hoy día Cristo realiza aún más grandes curaciones que las que vemos en los evangelios. De hecho, para lograrlas no deja de hacer esas curaciones menores que acabamos de leer, ya que la salud del alma es más importante que la del cuerpo.
“Si los ciegos no abren ahora los ojos bajo la mano del Señor, ¡cuántos corazones no menos ciegos los abren a su palabra! Ahora no resucita a un cadáver, pero resucita el alma que yacía muerta en un cadáver vivo; ahora no se abren los oídos sordos del cuerpo, pero ¡cuántos corazones se han abierto a la acción penetrante de la palabra de Dios y pasan de la incredulidad a la fe, de una vida desordenada a un honesto vivir y de la rebeldía a la sumisión!”
Así, nos sorprendemos de que alguien que no tenía fe, de pronto se haya convertido. “Mas ¿por qué te maravillas de su fe, de su inocencia y fidelidad a Dios, sino porque ves ha recobrado la vista el ciego, y la vida el muerto, y el oído el que sabías era sordo?”
Por eso, dice San Agustín que todo nuestro empeño en esta vida ha de consistir sanar el ojo del corazón para ver a Dios. Ese es el objetivo de los sacramentos, de la predicación y de la enseñanza de la Iglesia.
Debemos cuidarnos de aquello que empaña ese ojo del corazón: “La codicia, la avaricia, la injusticia, el amor del siglo; esto es lo que turba, lo que cierra, lo que ciega el ojo del corazón.”
Así como vamos al médico cuando tenemos enfermos los ojos corporales, así debemos ir al médico de las almas para sanar los ojos espirituales.
“No pudiendo nosotros ir al Médico, el Médico se ha dignado venir a nosotros.”
Aprovechemos los cuidados que nos da este Divino Médico para sanar los ojos de nuestra alma a través de sus auxilios divinos, especialmente el sacramento de la confesión y su mismo Cuerpo en la comunión. Así podremos aumentar nuestra fe y ver más claramente su voluntad en nuestra vida.